MIEDOS
Tengo
miedo de la vida,
de
sus pasajes estrechos,
de
sus avenidas anchas,
de
sus negros recovecos,
de
sus cegueras trucadas,
de
sus peligrosos vientos,
de
sus llantos programados,
de
sus corazones huecos
y,
sin poderlo evitar,
de
la vida, miedo tengo.
Tengo
miedo de los hombres,
de
su pensar obsoleto,
de
sus decires monótonos,
de
sus caducos eventos,
de
sus cantos de sirena,
de
su quehacer siniestro,
de
sus alocadas mentes,
de
su prometer incierto
y,
sin poderlo evitar,
de
los hombres, miedo tengo.
Tengo
miedo del amor,
de
su compromiso eterno,
de
sus locas correrías,
de
sus despreciados besos,
de
sus claros disimulos,
de
sus dolosos recuerdos,
de
sus risas escarchadas,
de
sus cálidos encuentros
y,
sin poderlo evitar,
del
amor, yo miedo tengo.
Tengo
miedo de la gloria,
de
su parco emolumento,
de
su efímero reinado,
de
sus canas a los vientos,
de
sus muros insalvables,
de
sus maliciosos cuentos,
de
sus gigantes envidias,
de
sus inmutables cuervos
y,
sin poderlo evitar,
de
la gloria, miedo tengo.
Tengo
miedo de la vida,
de
los hombres, miedo tengo,
tengo
miedo del amor,
de
la gloria, miedo tengo.
Yo
vivo atemorizado
sin
querer dejar mis miedos,
no
vaya a ser que el destino,
bien
mezquino y usurero,
al
curar mi enfermedad
me
entregue al sepulturero,
y
me birle con descaro
las
cosas que yo más quiero:
los
hombres con sus carencias,
el
amor con sus desvelos,
la
gloria en pequeñas dosis
y
la vida, mi sustento.