SILENCIO
Gallos
de la madrugada
silenciad
vuestros relojes,
que
no quiero despertarme
rumiando
mis decepciones.
Apagad
kikirikíes,
ingratos
despertadores,
que,
en mi mente, yacen rotas
mis
más bellas ilusiones.
Enmudeced
los alientos
de
vuestras pobres canciones,
que
en mis oídos retumban
como
sórdidos tambores,
despertando,
en mis entrañas,
vientos
de recios rencores.
Gallos
de la madrugada,
estertores
de la noche,
guardad
vuestras letanías
en
arcas de grueso bronce,
para
que no se despierten,
en
acre corazón de hombre,
veneros
de pesadumbres,
ríos
de rancios reproches.
Grillos
de tempranas horas
y
gallos madrugadores,
dejad
crecer las mañanas,
olvidad
obligaciones,
que
los días se marchitan
sin
necesidad de voces,
sin
pararse ni un momento,
sin
entender de relojes,
dejándonos
los aromas
de
unos quehaceres torpes
y
de unos tiempos perdidos
en
angostos horizontes.
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