A ADELA en su 104 cumpleaños y... ¡Qué cumplas muchos más!
Con lápices de colores,
sobre
un fondo ceniciento,
dibujé,
con gran cariño,
el
retrato de un lucero,
lucero
de ojillos claros,
de
encanecido cabellos,
de
sonrisa picarona,
rostro,
remanso sereno,
retrato
de una señora,
un
ángel de nuestro tiempo.
Hoy, la palabra me dicta,
atrevido
experimento,
retratar
a la gran dama
con
un racimo de versos,
tarea
bastante difícil
para
poeta inexperto,
que
sueña en colorear,
vida,
alma y sentimientos,
de
una abuela centenaria,
a
la que todos queremos,
admiramos,
bendecimos,
como
mágico venero,
en
el que todos bebimos,
agüitas
de sabor selecto.
Hoy, la razón me propone,
darle
gracias a los cielos
y
esculpir, con la palabra,
un
glorioso monumento,
un
obelisco sagrado,
un
sencillo parlamento,
homenaje
a una mujer
que
se ha reído del tiempo,
que
le sacó buena punta
y
que le ha tomado el pelo,
rellenando
todo un siglo,
con
sus mágicos destellos,
de
hija, esposa, madre, abuela y
bisabuela,
de momento,
sin
perder las esperanzas,
de
batir un nuevo record,
ser
santa tatarabuela,
de
algunos tataranietos,
Dios
lo quiera, en buena hora,
que
la vida es un gran sueño,
soñado
muy poco a poco,
con
los ojos bien abiertos.
Hoy, el corazón me sugiere,
que
temple mi voz, mis nervios,
que
me luzca en la faena,
como
los grandes toreros,
que
mis versos sean bálsamos,
agua,
para los sedientos,
y
para ti, querida abuela,
el
mejor de los requiebros,
el
mayor de los piropos,
bajados
del mismo cielo.
Adela.
Lápiz de color sobre papel.