lunes, 26 de septiembre de 2022

ENTRE LA GLORIA Y EL INFIERNO

                                             YO CREO EN LOS MILAGROS

                    Lo del otro día, el batacazo de los nuestros, la Roja, contra la selección de Suiza en Zaragoza, fue no sólo un fracaso, sino algo más; la muestra más evidente de que nuestro seleccionador, que todavía lo es, Luis Enrique, siempre ha sido bastante caprichoso. Aquello, que él ha repetido hasta la saciedad, de convocar en sus llamadas a los mejores, ya no se lo cree ni él mismo, y si se reafirma en ello después de lo visto el pasado sábado, mejor que dé un paso atrás y deje a otros, con menos orgullo, vanidad y con mejor vista para elegir de verdad a los que mejor están en cada momento.


                     Eso sí, ha conseguido el convertir a los nuestros o a los suyos, mejor dicho, en los que mejor juegan para atrás del mundo mundial entero; en el pasar de un ataque o en un saque de esquina hasta el portero tuyo, que no es tarea fácil ni habitual, son unos fenómenos; pero esto tiene un perverso y grande inconveniente, pues con esta forma de jugar, como la costumbre se convierte en hábito, se olvidan de la portería en la que tienes que meter la pelotita, que equivale al gol ansiado, ya que casi siempre la tienen bastante lejos.
                    Por otra parte, fue lamentable ver a nuestro cancerbero, que nadie duda de su valía en cientos de batallas, en los saques de esquina, precisamente en los que fraguaron su victoria los suizos, estaba más preocupado en el juego de los empujones, participando ardorosamente en el mismo, en lugar de seguir la trayectoria de la pelota y que desgraciadamente en dos de estos, se vino a dar cuenta cuando de ella cuando se encontraba ya irremediablemente, en el interior de su marco. ¡Mala suerte, verdad?
                    Usted, Sr. Luis Enrique, sin ser yo un experto en este tema y otros muchos, creyéndose que había inventado la pólvora y sin ánimo de molestarle, sin acritud de ninguna clase, se inclinó por un medio campo, al que nadie puede negarle su entrega, con un legionario curtido y dos reclutas, aprendices  ambos y aventajados, y que además funcionan de maravilla en su Barça; pero se le fue de la cabeza que usted no cuenta con otro Lewandowski, como ellos, ¡eh!, ni cuenta o no quiere contar con aquellos que pueden imitarle, por ejemplo, con Morata o con Yago Aspa; el primero en el banquillo y el segundo condenado al ostracismo futbolero, por no caerle bien, digo yo.

                    Sin embargo, como yo soy optimista por naturaleza, confío que a los nuestros no les van a dar miedo los Pepe, Joao Felix, Ronaldo y un enorme etcétera, ni siquiera los cuatro goles que les endosaron a los checos en su misma casa y lucharán por la gloria en Braga, porque yo creo en los milagros.
                    De todas formas yo me atrevo a darle un pequeño consejo por si este no se produjera, que tenga preparada la maletita, y aunque ya queda poco para el mayor acontecimiento mundial del balompié, y dé un paso atrás para que venga otro, que los hay, que pueda guiar mejor la barca, sin dejar de contar con la divina juventud y que no se olvide de los que todavía son grandes, que también aún existen, y que no contaron con su beneplácito.


                    El desenlace de este affaire futbolero está bien cerca, mañana martes, ante la tele.

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