jueves, 26 de mayo de 2022

NUESTROS RETRATOS

                                  De la persona que hoy traemos el retrato ya hemos hablado  en varias ocasiones, por tratarse de uno de los nuestros, incluso hace ya bastante tiempo que colgamos una caricatura de él y que hace algunos días asomamos a este rincón el de su mujer, Silvia.

                                  Siempre, hablar de los nuestros, no ya con los lápices, sino con las palabras, resulta algo complicadillo, porque raramente puedes evitar lo de ser objetivo, porque es fácil que se nos vea el plumero, ese tirón de la sangre, que tanto tira, y porque son, sencilla y llanamente criaturas muy queridas por nosotros. 

                                   Recuerdo muchas anécdotas de su niñez, hasta de cuando era un bebé; pues pasaba por causas de las molestias que le producían los gases, las noches llorando, lo que traía como consecuencia el que sus padres, Clemente y Rosa dormían muy poco, llegando este la mayoría de los días, al colegio, agotado. Hasta que una noche, felizmente, por el acierto de los doctores o porque se le acabaron aquellas molestias, finalizaron sus llantos, coincidiendo la medianoche con uno de los terremotos más grandes ocurridos en Sevilla, afortunadamente sin grandes consecuencias, pero con daños inclusive en pequeños desprendimientos de su catedral, y ni se enteró de su existencia. ¡Cómo estaría por aquel entonces de agotado, por la ausencia de sueño!

                                   Diego Calabuig López es el mediano de los hijos de mi hermano Clemente, del que heredó su vena artística hacia la música, lo mismo que Clemente, el primogénito, heredó su buen hacer en torno a la pintura y el dibujo, y el benjamín, fuera por los derroteros de la palabra, donde padre e hijo son, como lo demostró en su pregón, verdaderos artistas.

                                   Diego creció como muchos otros niños, amando el juego, sobre todo el de la pelota, con las travesuras propias de la edad, que él las recordará mejor que nosotros; destacado estudiante, nunca suspendió nada y cuando llegó la hora de los estudios superiores, eligió los pasos de su hermano mayor y con el esfuerzo necesario para ello, que también nadie mejor que él lo sabe, se licenció en Arquitectura, y como supo estar para las duras y las maduras, cuando llegaron las primeras de estas, no le importó coge sus bártulos y a los suyos y marcharse adonde había trabajo para él y para lo que él era. Se le daba bien el fútbol y pronto se aficionó a la guitarra. Buen humor nunca le faltó y sabía animar a los que le rodeaban; y hasta tuvo el atrevimiento de no seguir los pasos de su hermano mayor, cuando este se hizo o nació,  sevillista, vaya usted a saber; y con orden, respeto y sin aspavientos de ninguna clase, cogió el camino del Betis; lo que puede entenderse como fuerte personalidad, que la tiene, doy fe; y valgan para esta afirmación señalar, que fue el más crítico, nunca con malos modos, hacia algunas cosas artísticas de su padre.


                                          Diego, para que tú no te adelantes, yo también te quiero.

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