Hasta las calabazas le caben en su supercargada mochila. Mucha cabeza hay que tener para soportar esa catarata de conocimientos con que los medios de la modernidad machacan a la gente menuda.
Cómo cambia la vida. De pequeño, con una pizarra que traspasaba un poco una cuarta, el correspondiente pizarrín y un inservible trapo para borrar, nos conformábamos. Nuestros primeros libros fueron las cartillas, hasta que todas las materias se congregaron en las Enciclopedias, todo en una. Y para las cuatro reglas los cuadernillos Rubio. Avanzando el tiempo, el lápiz, la goma Milán y los colores Alpino. Carpetas y cartera de mano.
Con el tiempo las carteras se subieron a las espaldas; un libro para cada cosa, el gran negocio de las Editoriales; los estuches en los que cabían todos los complementos necesarios para la escritura; las reglas que sobresalían y ahora hasta la botellita de agua, para no beber la de la fuentecita del patio.
Y menos mal que se inventó el soporte de carteras con ruedas.
Cómo cambia la vida y con que prisa.
Al final, casi todo cabe en el móvil, ¿verdad? Y en la cabeza y la mochila de nuestra mascota de hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario