viernes, 4 de marzo de 2022

NUESTROS DIBUJOS

                            De nuestra Colección Azul hoy hemos sacado cuatro personajes contrapuestos, de dos en dos, de la literatura española, la nuestra, que no tiene que envidiar a nadie en sus creaciones, que resulta ejemplar en el mundo, le pese a quien le pese, y que como se dice en Cádiz y en tiempos carnavalescos, aquí, en esto, hay que mamarlo. 
                                                        
                          Entre el hidalgo manchego y su escudero, el de la Panza, anda el juego y de qué manera; mientras que el universal Quijote se envuelve en ensoñaciones, Sancho, más práctico, empina la bota y bebe. En tanto que el mortal caballero reenloquece de amor, ya no por sus lecturas, sino por su dulce Dulcinea, el que tiene sus pies en el árido suelo, que a veces también sueña, el bajito y gordo de su película, se desvela pensando entre sueños, en la prometida ínsula de Barataria, para poder ofrecerla a su consorte. Cuando uno ora, el otro duerme y en el momento en que su amo confunde molinos con gigantes, el mayor deseo de su siervo es que se baje de su burro o mejor dicho, de su Rocinante. Y siempre, como señalábamos al principio, el juego anda entre ellos...


                         Y el otro contrapunto lo encontramos en la vida tan triste del ciego y el aprendizaje permanente del niño al convertirse en los ojos, pero qué ojos, de su dueño. Transcurriendo su devenir en una competida carrera de agudezas mentales. Al viejo no le sirven de nada sus ojos, pero su inteligencia le ayuda a ver. Al pequeño, el hambre le despierta la viveza del ratón. Y cuando el niño lazarillo se pregunta que cómo sin ver se ha dado cuenta de que él cogía más de una uva del racimo común, la respuesta y los golpes del anciano, una vez más, le van enseñando a pensar, no como roedor, sino como persona. Respuesta tan simple, como la de: Porque yo las tomaba de dos en dos y tú no protestabas... 



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