Un día un pequeño le preguntó a su maestro que quién era un monje y este le respondió que eran personas que practicaban el ascetismo religioso, viviendo sólo o con otros monjes. No quedó tranquilo el alumno e insistió en su pregunta, porque aquello de lo de ser asceta, no lo entendía. Entonces el maestro aprovechó el momento para darle al resto de compañeros algunos datos sobre los monjes. comenzando por señalar que eran personas que decidían dedicar su vida a servir a los demás, o también, en algunos casos, abandonar la sociedad voluntariamente para llevar una vida de oración. Los chavales, siempre llenos de curiosidad, se animaron e iniciaron una catarata de preguntas. Uno de las últimas mesas se atrevió a decir que una vez que fueron de excursión a Las Alpujarras vieron a unos que les llamaban monjes y que vestían con unas túnicas de color anaranjado. El maestro le indicó, que los monjes no sólo existían entre los cristianos, sino en otras religiones, como podían ser los que aquel compañero había visto en su viaje a Granada, que podrían ser monjes budistas, y que existían otros conocidos como jainistas, simbolistas, taoistas o hindúes. Continuando su explicación señalando que desde el siglo III en el cristianismo oriental, el de Egipto o Siria, por ejemplo, hubo cristianos que decidieron abandonar la sociedad, buscando una perfección personal y dedicarse a Dios y comenzaron a vivir en los desiertos o en cuevas, llevando una vida solitaria y austera, presidida por el rezo, la pobreza y la castidad, apartándose de los demás y alejándose de las ciudades.
Ante el interés tomado por sus pequeños alumnos el maestro siguió hablándoles de que esta forma de vivir del lejano oriente y gracias a un monje llamado Atanasio de Alejandría, cuando estuvo en Roma, la trajo al Norte de Italia, y luego, otro que se llamaba Martín de Tours, la llevó a Francia, y algunos más la trajeron a Gran Bretaña, Irlanda y hasta a España.
Y terminó aquella clase improvisada indicando que los monjes, más tarde, no vivían solos y pertenecían a Ordenes Religiosas, que llevaban una vida en común con otros, en los conocidos como Monasterios, en Abadías o Prioratos y que tenían que cumplir con unas normas, recogidas en unos Libros y que se llamaban Reglas, como las que escribió San Benito de Nursia, que fue uno de sus fundadores y que es el Patrono de Europa.
Nunca se nos olvidó aquella clase.
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