lunes, 11 de octubre de 2021

RECUERDOS DE MELILLA. EL PUERTO


                         En nuestra niñez, infancia y juventud, uno de los grandes alicientes de nuestra ciudad era darnos una vuelta por el Puerto, sin motivo alguno en muchas ocasiones. De pequeño no nos autorizaban a visitarlo y algunas escapadas al mismo formaban parte de los secretos guardados a nuestros mayores. Gozábamos con aquella cantidad de barcos de pesca que ocupaban su dársena, cuando esta actividad y todas las relacionadas con la pesca constituían una interesante fuente de riqueza para Melilla. 

                        Y junto a estos, ya en tierra, el edificio de la Lonja, donde a buena hora de la mañana descargaban el pescado en cajas y eran trasladados a este para su correspondiente subasta.

                        O asistir a la liturgia, que así nos parecía, de la salida del Correo hacia la Península en la anochecida, con destino principalmente a Málaga y con menos frecuencia a Almería, o de su llegada a nuestra ciudad. Barcos de los que no hemos olvidado sus nombres, como el Lázaro o el Vicente Puchol. Y máximo aliciente cuando en grupos nos desplazábamos al puerto en las tardes de septiembre, después del cole, para gozar con los barcos que traían a Melilla, los que llamábamos "cacharritos" de la Feria, que venían también de la Península, como El Látigo, los Caballitos, las Norias, los Coches locos y una interminable  nómina de ellos, que marcaban según su número la calidad de nuestros festejos.

                        Las escapadas a su final, donde se encontraba el pequeño faro de aquel brazo, único del puerto, donde muchos aficionados a la pesca echaban muchas horas en los bloques que lo rodeaban con la creencia de que en la entrada o salida, según se mirara, sus capturas podrán ser más abundantes.

                        Además del paseo por la parte alta de sus muretes, con aquellos bloques inmensos que los protegían y que nos permitían contemplar los cortados de Melilla la Vieja o el batir de las olas, cuando el mar se enfurecía un poco.

                        Recuerdos de un mar que durante mucho tiempo despertaban nuestra nostalgia y los deseos de volver a la ciudad que nos vio nacer.

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