viernes, 29 de octubre de 2021

NUESTRAS CARICATURAS

                    Asomadas ya las de dos hijos de Clemente, la de Ángel y la de Diego, los dos que experimentaron en sus carnes la emigración, uno en Londres y el otro en Viena, hoy le toca el turno al mayor de la saga Calabuig, el que lleva el nombre de su progenitor y que también dirigió su vida profesional por la arquitectura. Buen dibujante, como su padre, aunque no ejerce, seguramente por pereza o porque no tiempo para ello. 


                        En la realidad no es tan serio como aparenta en el dibujo; quizás en su trabajo sí lo sea; pero a la hora de la verdad es más bien todo lo contrario. Fue siempre un buen estudiante, que para ello si se necesitó no tomarse las cosas a guasa, que supo sacrificarse para no perder ningún curso, que supo también entender lo que era la responsabilidad desde bien joven; eso sí, sin llegar a tener que dejar sus pequeñas aficiones. Curiosamente a los tres les gustaron las actividades deportivas, especialmente el fútbol y no lo hicieron mal; mejor escrito, para no quitarle mérito al asunto, lo hicieron francamente bien. Donde no coincidieron fue en sus gustos deportivos, dejando al del medio, Diego, seguidor del Betis, haciéndole un bocadillo con pan sevillista por arriba y por abajo.

                        Tiene una mujer encantadora, que no sé si ya sembró su árbol, cosa que puede hacer en cualquier momento porque tierra para ello no le va a faltar, y que ya escribió su libro...

                        Dos encantadores retoños, porque la magia nunca faltó en su hogar a la hora de los "encantamientos"; con una Martina que todo lo hace superbien, sin caer en la tentación de creérselo, que es lo bueno y lo más importante, y con un Clementito, simpático y tímido a la vez y que es capaz de aguantar goleadas sin enfadarse ahora que empezó a ejercer de cancerbero de su equipo.

                        Que saben, también algo destacado en estos tiempos, coleccionar amigos. 


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