Caricatura sencilla y rápida de uno de nuestros mejores amigos, de los de verdad, CAMILO LEÓN CUESTA, con el que hemos compartido muchos momentos de nuestras vidas; ayer mismo echamos un rato bien grato en Casa Paco, degustando sus mollejas, boquerones y pavías, entre otros platos, y con grupito de gente buena.
De familia señera y muy conocida de El Viso, como el aguardiente que según cuentan los viejos del lugar fabricaba su padre, de los buenos sin peros de ninguna clase, en tiempo en que los licores se compraban a granel, sin marcas publicitarias, aunque con el nombre de calidad del producto.
Hombre que profesionalmente creció en el banco desde muy joven hasta su jubilación y que guarda estupendo recuerdos, sobre todo, del Hispano Americano, donde comenzó su andadura y de una memoria extraordinaria; y que compaginaba su trabajo con una de sus grandes aficiones, la caza, de la que gozó desde muy niño, acompañando a su progenitor. Un extraordinario hombre de cocina, que siempre nos sorprendió con sus guisos y hasta hace poco disfrutando haciéndole kilómetros a su bicicleta.
Cuántos recuerdos de sus comilonas en su chalé, porque entre muchas de sus virtudes, y que los defectos que se lo pongan otros, no nosotros, coleccionaba amigos, porque era generoso con los que él tenía como gente suya.
Y con una frase reiterada en las conversaciones mundanas que sólo la conocemos los que pasamos veladas juntos contigo y que hace brotar nuestras sonrisas, la de "¡Échame cuenta!".
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