Entrega nº 14
Con
la publicación de este minicuento de Adela en la tarde de hoy, sólo quedará uno
para terminar su colección y en la ilustración que le acompañará podremos
comprobar que no la realiza su tío-abuelo Clim, sino que se debe a ella misma,
inventándose un gran príncipe que a muchos puede recordar la figura de Sreck y
a una original mariposa que no se parece a ninguna otra. Lo de siempre, su
imaginación sigue volando y ojalá que no se le acabe nunca, para seguir
inventando historias.
Una pareja que no es normal
¿Qué tal, compañeros?
Hoy os traigo un cuento algo raro sobre
una pareja que no es muy normal.
Bueno, mejor es que os la cuente.
Hola, soy Espiral, la mariposa más
juguetona de toda la aldea.
Me gusta muchísimo volar y los demás
insectos me dicen que soy muy rara porque tengo alas en forma de espiral.
Me apasiona la gente grande, soy
bastante alegre y me agrada un montón todo lo que es fantástico.
Un día fui a la escuela y la profesora
nos dijo: Chicos, de ahora en adelante os comunicaréis con alguien sin saber
quién es.
Y yo escribí una carta que decía:
“Hola, soy la mariposa Espiral. ¿Tú cómo te
llamas? Mi forma preferida es la del triángulo. ¿Cuál es la tuya? Saludos de
Espiral.”
A los pocos días recibí una carta misteriosa
en contestación a la mía y que decía:
“Hola, Espiral. Yo me llamo Orochín y mi forma
preferida es la misma que la tuya, el triángulo. Y soy un principazo.”
Pasaron días y más días comunicándonos el uno
con el otro a través de nuestras muchas cartas, hasta que llegó el momento de
conocernos.
Se citaron entonces en la maravillosa
aldea de Espiral y cuál fue la sorpresa de ella al descubrir que el principazo
era un enorme ogro.
Iba este vestido con ropa fresca, con
chanclas de picos y con una corona en su cabeza que tenía en lugar de diamantes
unos miniventiladores preciosos y que no cesaban de funcionar.
El principazo me invitó a ir a su
mundo, donde todos sus habitantes eran gigantes.
Pasé unos cuantos de días en el bonito
palacio del principazo. Fue genial como lo pasamos y sucedió lo que tenía que
pasar, que nos enamoramos.
Orochín, antes de separarnos, me pidió
que me casase con él, pero su padre, el rey, no quería porque éramos una pareja
muy rara.
Al final lo convencimos.
Sobre todo porque nos veía tan felices
y porque no quería herir los sentimientos de su hijo, el principazo.
Según me contaron los habitantes de la pequeña
aldea de Espiral, por fin se casaron. La boda fue un escándalo de bonita y
fueron muy felices. Lo que no me dijeron es si comieron o no perdices…
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