viernes, 20 de noviembre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

 Entrega 7, Escrito 19

LÁGRIMAS DORADAS (2ª parte de UNA SUBASTA Y UN CUENTO)

     Los abuelos cumplidos los ochenta años, algunos mucho antes, no pueden evitar el “babeo”. Pronto se alistan, sin darse cuenta, sin apenas notarlo, al solemne club del “chocheo” y del “lloriqueo”, voluntario o involuntario. ¡Qué tire la primera piedra, bien gorda, aquel abuelo que no practique, por mor de sus nietos, el “babeo”, el “chocheo” y el “lloriqueo”!

     En un país antiquísimo situado al sur de Europa y al norte de las costas de África, llamado España, muy importante en pasados tiempos, vivían muchos abuelos ¡Por algo sería!

     Ocupaban su mucho tiempo libre en partidas de dominó o de cartas, españolas por supuesto, con otros veteranos abuelos; en contar batallitas reales o inventadas; en ayudar a la familia en todo lo que sus mermadas fuerzas le permitían, como auténticos patriarcas y, sobre todo, en cuidar de los nietos: llevarlos y recogerlos del colegio; pasearlos por el parque; jugar, si le quedaban fuerzas, con ellos y, de vez en cuando, contarles o leerles algún que otro cuento de los de entonces, de los tiempos de Maricastaña y que siempre comenzaban con aquello de “Érase una vez…”

     En esta maltrecha España de hoy, por la culpa de una desaboría PANDEMIA, muchos abuelos, héroes anónimos de siempre, emprendieron su último viaje al llamado “más allá”, sin casi despedirse de sus familias, por las que tanto y tanto habían luchado. Emprendieron este último viaje sin rechistar, sin hacer ruido, dejando a muchos nietos huérfanos de cariño, faltos de contadores de cuentos y grandes batallitas, ausentes de acompañantes a los colegios y de otras muchas “cosas” propiciadas e inventadas por los “abueletes”.

     Yo, doblemente afortunado, por vivir y por poder contar historietas, cuentecillos y otras zarandajas, quise aficionar a mis nietos a la bendita lectura, utilizando como imán cuentos en los que ellos eran protagonistas. No se me daba mal eso de inventar pequeñas historias. La penúltima trataba de una subasta de algo muy especial para mí, la SUBASTA de mi propia ALMA, algo vieja y cansada de acompañarme en mis luengas aventuras y desventuras. Al final de la subasta, dos jovencitas pujaron más que los demás participantes consiguiendo recuperar el alma subastada para devolvérsela a su dueño. Estas jovencitas eran, nada más y nada menos, que mis nietas Martina y Alejandra que nunca aceptarían tener un abuelo DESALMADO.

       El tiempo sigue jugando a lo que se le antoja. Ahora busca LÁGRIMAS DORADAS. ¿Dónde encontrarlas?

       Las tenía tan cerca que no las veía, hasta que un destello de innata bondad, de sincero amor las colocó ordenadamente en un bello rostro infantil. LÁGRIMAS DORADAS por el mayor y mejor de los orfebres y doradores del universo, El Sol en su amanecer. Estas LÁGRIMAS DORADAS, coloreadas de oro por el rey de nuestro universo, aparecieron ante mis ojos cuando Martina terminó de leer el cuento de “UNA SUBASTA Y UN CUENTO” y, entre LÁGRIMA DORADAS se abrazó a su abuelo que era el personaje autor de aquella pequeña narración.

     Fundidos en un fuerte abrazo, abuelo y nieta o nieta y abuelo, descubrieron por primera y última vez las famosas LÁGRIMAS DORADAS.


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