viernes, 23 de octubre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

 Entrega 5. Escrito 7

AL PEQUEÑO ÁNGEL

       En este mundo de Dios, nunca mejor dicho, menudean muchos ángeles, cada uno, dueño de su propio destino, con sus cositas de ángel, sus caritas de bueno y sus pelos ensortijados, rubios, tirando a dorado.

     Estos ángeles de Dios vienen con un sello impreso especial que los distingue de los demás niños. ¡Quizás lo dicho sea verdad o un invento de abuelos! Aunque, a mí, no hay quien me quite que, todos los que se llaman Ángel, son ángeles verdaderos o tienen mucho de ángeles buenos (Como mi padre, mi hermano, mi hijo y mi nieto, todos Ángel Calabuig, que reafirman, sin ningún pudor, lo aseverado anteriormente.

     El último, de momento, de la saga de mis queridos ángeles, es Ángel Calabuig Ávila, hijo de Esther y Ángel, nieto de Rosa y Clemente y que, sin poderlo evitar, nos tiene locos por su habla inglesa, por su chapurreo del español, por su gracejo, por sus ocurrencias y por otras muchas facetas descubiertas o por descubrir. El pequeño Ángel, para nosotros, es un ángel y que nadie se atreva a desmentir a este abuelo “chocho”, poseedor del título de octogenario satisfecho y, al tiempo, con suficientes méritos para no necesitar mentir, ni para inventarse un cuento del diablo.

     Recuperé la risa perdida, las ganas de jugar cuando escuchaba con media lengua a mi pequeño Ángel decirme, sin perder el acento inglés y cual indio de película: “Granda”, tú no comer, ahora jugar. Cuando me “pegaba” con su pequeña mano e inmediatamente me regalaba unos besitos en la que creía parte dañada por él. Cuando acariciaba, abrazaba y besaba a su pequeña Ámelie, y un puñado de inolvidables vivencias, reconfortadoras que me mantienen vivo, junto a los encuentros e infantiles “aventuras” con los seis nietos restantes, componentes de una muy querida pandilla, disfrutada de una manera especial en Costa Ballena.

     De igual manera, sigo atado al no poder sobrellevar los llantos de mis pequeños, casi siempre por nimios motivos y, a veces, sin ellos. Los años me van haciendo más débil y propenso a gravar imágenes no deseadas. Cosas de viejo. Si leéis este breve comentario familiar e íntimo, algún día, no me tengáis en cuenta, como les ocurrirá a todos mis pequeños ángeles.

     Ángel, padre e hijo, buscadme un hueco para aprender inglés, no quiero perderme la ingenuidad y el crecimiento lingüístico de mi pequeño ángel, Ángel, y ¡Que mejores maestros me puedo encontrar en el mercado visueño de buenos profes!

     No olvido a los seis restantes ángeles, tendré que dedicar una de estas “brevedades” a cada uno de ellos, por gusto, por merecido y por satisfacción propia.



 

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