sábado, 24 de octubre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

 Entrega 5. Escrito 8

LOS AYERES DE HOY

      Comprometedora cabecera echa de ilógicas y absurdas argumentaciones. Nunca el HOY podrá ser dueño de los pasados AYERES, en todo caso podrá gozar de su custodia en algunas de las empobrecidas parcelas de su memoria. Son muchos los AYERES disfrutados y padecidos, todos ellos componentes de un efímero pasado irrecuperables y, al tiempo, deformador de la cercana o alejada realidad. Lo pequeño se engrandece y lo grande, por la misma razón, se empequeñece, solos unos pocos de AYERES permanecen intactos en la memoria, son los elegidos, los vencedores del caprichoso olvido. Y cuando estos son resucitados, devueltos al fantasmagórico estado de lo verdadero, producen en nosotros alivio o desazón, alegría o tristeza, dolor o bienestar, cúmulos de sensaciones que reafirman la bondad o el malestar producido en el pasado por los elegidos AYERES.

     Los AYERES son fuentes regeneradoras del saber, del vivir, del estar; son caminos transitados en otros tiempos, son vidriosas estampas del pasado, son grafismos, a veces, irreconocibles, son sudores estampados con tintas maestras o poco permanentes. Los AYERES se encienden o se apagan a su capricho, se moldean, se reinventan, son despreciables o codiciados y, en su cotidiano vivir, resuman alegrías, tristezas o indiferencias. No hay dos iguales, aunque ello, con el mayor de los empeños, se lo propongan.

     El HOY es efímero caminante de la nada, del instante, del santiamén. Intenta robarle al pasado o al futuro algo de sus inmortales comportamientos.

     Los AYERES del HOY componen un juego de palabras no entendibles cuando los AYERES se olvidan y el HOY se difumina o desaparece. Los AYERES del HOY coordinan sus caducas existencias en baratos parasoles de empobrecida dialéctica.

    No quiero HOY sin AYERES sin sombras, ni luces. Quiero los AYERES del HOY iluminados, inspirados, ascuas de luces garantes de confesión de haber vivido.

    Al final del recorrido, cuando el HOY se acaba y dormido están los AYERES, descanso con obligada gratitud de satisfecho mortal, de sencillo y humilde hombre, empedernido escribano de batiburrillos y otras intranscendentes cuestiones.

    Se me acabaron los tiempos de los AYERES del HOY. Mañana será otro día a puntito de abandonar a julio, no aL Cesar romano, sino al predecesor de agosto, mes del auge veraniego, en otros AYERES de celebradas multitudes hispanas y foráneas. 

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