lunes, 26 de octubre de 2020

En tiempo de PANDEMIA

 Entrega 5. Escrito 15

LOS HABITANTES MAÑANEROS DE COSTA BALLENA

      Me acostumbré, cual animal de costumbre, a salir a pasear por la playa de Costa Ballena a las 7 de la mañana, para algunos, dormilones o noctámbulos, las 7 de la madrugada.

     Hoy que el gobierno y los políticos no me regalaron, de momento, ningún tema de actualidad, me entretengo con el intranscendente relato dedicado a los dueños de la playa en horas tempranas.

     Sin dudas, los triunfadores, dueños y señores del bello entorno salino y ajenos a documentos de propiedad, somos los corredores y marchadores, con gran diferencia numérica sobre el resto de los propietarios, cada uno con sus correspondientes pasos o trancos, con las obligadas mascarillas o sin ellas, descalzos o calzados, con el torso cubierto o descubierto y algún que otro elemento de diferenciación personal, que de todo hay en la viña del Señor. Pertenezco por edad y por veteranía (cumplido los 81 “tacos”) al grupo de marchadores lentos. Pasear no es correr, aunque ambas cosas ayudan al mantenimiento de la forma física. El paseo y la ingesta de yodo contenido en el aire marino me vienen muy bien para mi tiroides y para mi salud, además, ello me viene de perilla o completa barba. Barba que me acompaña desde hace ya décadas. El género masculino supera, en poco, al femenino, seguramente por las obligaciones caseras todavía, en muchas ocasiones, en manos y cabezas de la mujer.

     Todo lo que cuento es nada en relación con el gozo y placer experimentado en un paseo a estas horas, en compañía de una regeneradora brisa marina, si es de poniente, mucho mejor, y para mayor satisfacción, todo ello es gratuito y repetible cuantas veces queramos.

     En segundo término, de este ranking, están los pacientes pescadores con cañas. Madrugadores extremos con paciencia bíblica de Job, lentos y parsimoniosos en preparar sus flexibles cañas y sus reclamos para atraer a los peces, enseñados, desde hace tiempo, a no caer en los engaños de estos. Sorprenden por la cantidad enorme de “bártulos”, acompañantes necesarios en dicha actividad.

     Otro espécimen de los afortunados dueños de la playa en horas tempranas, son los que llamo, buscadores de tesoros playeros. Con su detector de metales a cuesta y con el correspondiente palustre de albañil para remover la tierra cuando engañosamente, muchas veces, el aparatejo detecta la oculta presencia de algo metálico. No sé si algunos de estos incansables buscadores se han hecho rico alguna vez. Tienen paciencia de pescadores y alma de esperanzados soñadores.

    También podemos incluir en este listado informal de playeros mañaneros, a los recolectores de las basuras y desperdicios que producimos los bañistas. Estos huyen del placer y el gozo y tratan de cumplir su trabajo de la mejor forma posible y no olvido a los paseantes de perros mascotas, cosa prohibida, demasiados y algunos bastante molesto.

    Y para terminar no quiero dejar en mi tintero a las vividoras, voladoras y marinas gaviotas, no acostumbradas del todo a nosotros, los humanos. De momento inofensivas y cuya presencia es obligada en todas las playas.

     No sé si se me olvida algún personaje con mérito para ser incluido en este qué sé yo o yo qué sé. Sí así fuera, mis sinceras disculpas.

     Punto final, a la espera de nuevas noticias, ajenas a la covid-19 y el gobierno.    

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