sábado, 23 de febrero de 2019

SER

Sabado, 23 de febrero de 2019.
A 92 días de las BODAS DE ORO y a un mes justo de obtener los títulos de OCTOGENARIOS.


QUERER SER

Los humanos, importantes o insignificantes seres de la creación, nos pasamos media parte de nuestra efímera existencia queriendo ser muchas cosas y la otra mitad de nuestra breve vida añorando lo que no pudimos ser.

Aquellos afortunados que creen con firmeza en la reencarnación, no sufren frustraciones ni desengaños, pensando que en posteriores venidas a este pequeño rincón del universo podrán satisfacer sus aspiraciones de QUERER SER. Los que no creemos en tales repeticiones vitales, sufrimos añoranzas, nostalgias y, en ocasiones, nos lamentamos de las perdidas oportunidades de nuestros particulares QUERER SER.

El rico catálogo de las querencias de los hombres, como casi todo lo que huele a humano, es a la vez: grandioso y mezquino, razonable y absurdo, insignificante y demoledor. Y este humano QUERER SER tantas cosas se sitúa, la mayor de las veces, en los extremos, en los polos de lo deseado, colocado entre las miserias y los lodos de este pequeño mundo nuestro, y las grandezas que moran en este, nuestro planeta Tierra. 

Desde que nos asomamos a la vida, con conciencia de ser humano, empezamos a recibir numerosos estímulos de bienestar y de dolor que van preparándonos para unas posteriores elecciones de lo que quisiéramos ser. La familia, los educadores, las amistades, la calle, los ambientes, los poderes políticos y religiosos, los medios de comunicación, las heroicas hazañas del hombre, las tragedias colectivas y un largo etcétera de merodeadores y acompañantes del género humano, nos lanzan sus redes para pescarnos y hacernos adeptos y adictos a diferenciados “QUERER SER”

En esta ajetreada e inconformista autopista de la vida en la que nos movemos vertiginosamente a diario, casi nadie está conforme con lo que es, casi todos sentimos la necesidad de ser otras muchas cosas. El pequeño niño aspira con desmesura a ser mayor y cuando alcanza el estatus de adulto, sobrecogido y arrepentido suspira por el imposible retorno a la niñez. La mujer rubia quiere ser morena y la morena tiñe su pelo de color rubio. El pobre quiere ser rico y el rico vive preso de su riqueza. El ignorante quiere ser sabio y el sabio, en su mucho saber, descubre su gran ignorancia.

Y así, queriendo ser una u otra cosa, consumimos, casi sin darnos cuenta, la regalada vida; y así, queriendo ser muchas cosas, sin quererlo ni saberlo, agotamos nuestro estar en el pequeño planeta Tierra, antes de alcanzar algunas de nuestras querencias.

 En más de una ocasión, cuando ejercía de Maestro, pregunté a mis alumnos: ¿Qué querían ser de mayor? Las respuestas, según sus edades, volaban desde las más puras ingenuidades y frescuras de los más pequeños hasta las más interesadas y poco razonables de los mayores. Los menores se inclinaban casi todos por querer ser futbolista, artistas, ricos y famosos: Cosa que no debe de extrañarnos, teniendo en cuenta que, en este nuestro país, los mayores hemos colocados en elevados y carísimos pedestales a numerosos frágiles ídolos, para ejemplo de nuestra chiquillería. De vez en cuando, algunos de los pequeños preguntados, rompían la norma y se alejaban de tópicas respuestas, demostrando que todavía, en algunos pocos, quedaban restos de fantasía infantil y de grata sinceridad. De entre aquellas respuestas, recuerdo la de un pequeño que con toda su alma quería ser caballo de carrera, la de otro, hijo de un barrendero, que quería ser huracán para barrer en un santiamén todas las calles, sin tener en cuenta el carácter destructivo del mismo y que, con su querer, estaba mandando al paro a los basureros, empezando por su propio padre; y aquel otro que quería ser Dios, sin comentario.

Los mayores, los que ya hemos recorrido gran parte de los caminos que el inescrutable destino nos tenía y nos tiene reservados, nos agarramos con firmeza a la máxima popular de que “Nunca es tarde para conseguir algo, si la dicha es buena.” y por supuesto, nunca será tarde para querer ser  algo nuevo. Por ello, invito a muchos mayores, a que sigan queriendo ser hombres nuevos, con los pies en el suelo, pero con renovadas ilusiones alejadas de tabúes y complejos absurdos.

Sin saber ni cómo, ni que de manera, con causa más que justificada, en mi estado de jubiloso jubilado, ha ido creciendo en mí un osado deseo de querer ser octogenario y poeta. Con irresolutos pasos y, a la par, consciente de mis limitaciones, me dispuse a emular a los muchos vates mayores existentes en nuestra sabia tierra andaluza.   Y hoy, para terminar, me atrevo a regalarles un breve romance nacido en la no perdida ilusión de querer ser, todavía, mucho mejor hombre de lo que he sido.

QUISE SER...

      En luenga vida de humano,
pan de imposibles deseos,
quise ser de todo un algo,
en la ruleta del tiempo:
Mago de la fantasía,
traductor de bellos sueños,
intérprete majestuoso
de sonoros parlamentos,
atrevido jugador,
juglar de tiempos modernos,
escritor de viva prosa,
poeta del universo,
y entre tanto desvarío,
ser humilde hombre de pueblo.

     Quise ser eterno Sol,
garante del universo
y Luna redonda, plena,
señora del firmamento,
para iluminar las mentes
de tanto cerebro hueco
y darles calor y vida,
aval de renacimiento,
para inventar pleamares,
mareas de áureos tiempos,
donde los hombres encuentren
alboradas de amor nuevo.

      Quise ser fuego encendido
y agua de ricos veneros,
sentir calor y frescor
a la vez, al mismo tiempo,
para calmar fiera sed
en corazones sedientos,
para quemar la pobreza
de marginados sureños,
para borrar las heridas
de un pasado ruin y negro,
para encender el saber
en los hombres de mi pueblo.

      Quise ser la suave brisa,
amante de marinero
y, en ocasiones contadas,
un huracanado viento,
para acariciar sin prisas
las pieles de cuerpos bellos
con la suma levedad
de los amores eternos
y, en ínclita misma hora,
arrancar en un momento,
con aires agigantados,
los males del universo.

      Quise ser canto rodado,
cantor en mares revueltos,
en ríos y arroyos bravos
de la rosa de los vientos,
para limar arideces
de este pobre mundo nuestro,
para tornear aristas
en las almas y los cuerpos,
para ser canica nueva
en los infantiles juegos,
y salvar a los humanos
de tanto espinoso averno.

      Quise ser gaviota altiva,
dueña de mares y cielo,
para en adentros grabar,
con un majestuoso vuelo,
con ojos y alma encendida,
desde bien alto, los pueblos
de este mi querido sur
roto por el sufrimiento,
de pescadores hundidos
en tortuosos varaderos,
de marinos reciclados,
de sufridos jornaleros.

      En luenga vida de humano,
mis deseos se rompieron.
Quise ser mil imposibles.
sólo me quedaron versos,
engarzados en racimos
de un poema del sur nuestro.

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