jueves, 3 de enero de 2019

CINCO Y UN VILLANCICO


Jueves, 3 de enero de 2019.
A 140 días…


VILLANCICO DE CERCANÍA















Ya vienen los Reyes, madre,
a lomos de albos camellos,
los guía la más brillante
de las estrellas del cielo,
ya vienen los Reyes, madre,
preparad un buen puchero,
para los Magos de Oriente y…
paja para sus camellos.

Ya vienen los Reyes, madres,
dale con fuerza al pandero,
rómpelo, si hace falta,
que aquí tengo muchos nuevos.

La estrella se ha detenido,
sobre un establo bien viejo,
y  los Reyes se han bajado
de sus vistosos camellos,
para darle al Niño Dios,
oro, mirra e incienso,
regalos que han encontrado
en los confines del cielo.

Ya vienen los Reyes, madre,
dale con fuerza al pandero,
rómpelo, si hace falta,
que aquí tengo muchos nuevos.

El niño al ver a los Reyes,
carita de ángel ha puesto,
la Virgen mira a José
y José llora en silencio,
lagrimitas de Belén,
lágrimas del carpintero,
derramadas sobre el Niño.
Rey de la Tierra y los Cielos.

Ya vienen los Reyes, madre,
dale con fuerza al pandero,
rómpelo, si hace falta,
que aquí tengo muchos nuevos.



Miércoles, 2 de enero de 2019.

A 141 días…                               

CON GUSTO, PERO PESAN.

















     Cinco, con una vitalidad de 50, pesan y nos ocupan desde bien temprano hasta la incontrolada y desconocida hora de ir a la cama. Cualquier hora les parece pronta para acabar la jornada y buscar el descanso necesario.

     No es una queja, es el reconocimiento a que, cinco nietos juntos, con cinco diferentes comportamientos, con cinco talegos de diferenciados caprichos, con cinco ideas diferentes en cada momento, con 5 ganas y desganas de todo y de nada, pesan por muy bien que los abuelos estemos, por muy buenos deseos de tenerlos cerca y juntos, por  muy buenos propósitos de hacerlos felices. Los años pasan y pesan y ante tal regimiento, ante tan vitalista mesnada, los abuelos padecemos el sindrome de “Ya no estamos para estos trotes”. Aunque, al final de la larga jornada, sobre la cama, rumiando los quehaceres padecidos, se nos escapan sonrisas de gratitud, de manifiesta “valentía” y de no perdidas las ganas de repetir la experiencia. Con el tiempo, esta pequeña soldadesca, recordará los días y , sobre todo, las noches que durmieron en las camas de sus padres, que fueron afortunados por ser dueños de las habitaciones donde se fraguaron muchos de los sueños de sus progenitores.

     Al final de la película familiar, mientras los padres descansa temporalmente de hijos, los abuelos, satisfechos y cansados,  damos gracias a quien corresponda por permitirnos gozar y padecer estos ruidosos y, a la vez, hermosos encuentros.

     Sirva de ilustrador ejemplo los detalles de una jornada de los abuelos al mando de esta tropa de 5 “aguerridos soldados”. Planteamiento de la comida. Puré de verduras al estilo de la abuela, filetes de pechuga empanados, jamoncito del bueno, frutas y yogures. Mientras la abuela limpia y ordena la casa, el abuelo, experto en “mandados”, compra las berenjenas, los calabacines, la calabaza, los puerros y demás verduras del puré, los filetes para empanar, las frutas y los yogures. Como destacado pinche de cocina, ahora toca pelar y trocear las verduras, tarea que me ocupará más de una horita. En este tiempo van llegando los “invitados”. Efusivos abrazos y besos y, sin perder tiempo, a tomar posesión del “soberao”, amplio espacio de juego, situado en la primera planta. La comida transcurre sin novedad. Buen apetito, ocurrencias, adivinanzas, chistes (Casi todos repetidos) y alguna que otra mancha o derrame de algún líquido. Mientras los abuelos recogemos, los nietos a sus juegos, a la tele, a la table, a los móviles y demás inventos modernos. Un rato al parque, antes de que se vaya el sol. Vuelta a casa y partida de carta. El juego elegido, “el cinquillo”. Merienda y, de nuevo, a  los entretenimientos colectivos. Cena y lucha por alejar la hora de la cama.

     Conseguido acomodar, con no pocos  esfuerzos, a cada uno en su cama, la abuela los acompaña hasta que, poco a poco, van cayendo en los brazos de Morfeo y, si es posible, hasta un tarde despertar que nos permita, a los abuelos, reponernos de  la pasada jornada.  
   

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