Domingo,
26 de agosto de 2018.
A
270 días…
Y ME ATREVÍ A COGERLO.
Un domingo, 26 de agosto de 2018, ante la
sorpresa general de los presentes (Rosa, Esther y Ángel), en un impensado e
intuitivo acto de “valor”, me atreví a
coger en brazos, sin ayuda de nadie, al pequeño Ángel.
Los vítores y abrazos de los sorprendidos
presentes me llenaron de satisfacción y no pude, por menos, sentir el placer y
el gozo de la escurridiza felicidad
producida por sentir la cercanía de un pequeño e inmaculado cuerpo, querido,
entre mis cansados brazos.
Resultó bonito y gratificante el estrenado
momento. El pequeño Ángel colaboró con el abuelo Clemente, permaneciendo
erguido, con la cabeza erecta, como queriendo decir: “Aquí estoy cumpliendo el
deseo de ser cogido por mi abuelo, por primera vez”.
Cuando repita lo anterior por segunda vez,
ya no será igual. Ni los presentes aplaudirán, ni yo experimentaré lo de la
primera alzada, ni las emociones serán las mismas. El encanto, el duende, el
sabor, lo profundo, el arte, la escenificación
del mágico, para mí, instante, no tiene precio, ni desperdicio alguno.
Tengo un problema, sigo teniendo aprensión
a cogerlo. Ángel es tierno, es frágil,
es acaramelado, es delicado, es un juguete demasiado perfecto y temo se me
pueda “romper” al cogerlo. Dejaré pasar el tiempo para repetir experiencia y,
mientras tanto, seguiré con mis cancioncillas y mis dichos, aunque peque de
pesado y “repetido”, título que recibí en
mi lejano nacimiento, al nacer mellizo junto a mi hermano Pepe.
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