miércoles, 24 de octubre de 2018

Al rescate de Calabuig 2


Lunes, 27 de agosto de 2018.
A 269 días…
  

UNA TORMENTA SECA, PRÓLOGO DE CAMBIO ATMOSFÉRICO.



   Relámpagos y truenos, más de lo último. Nos sorprendió en Rota la primera tormenta veraniega. Aunque apetecible por  lo refrescante de las gordas gotas de agua, tuvimos que   acelerar nuestros pasos para llegar cuanto antes al lugar donde teníamos aparcado el coche. Una vez dentro del vehículo, nos vimos obligados a poner el climatizador, ya que el sopor, el calor y la humedad exterior así lo recomendaban. Llegamos a Costa Ballena con la misma situación climática y así continuó toda la mañana y parte de la tarde, con más sonoridad en cuanto a los truenos y poca o casi nada de   lluvia.

     Como consecuencia de lo anterior, el día resultó incómodo. Subieron la temperatura y la humedad y   con ello, la sensación de agobio, creció, viéndonos obligados a recurrir a métodos que hasta el momento no habíamos utilizado. Más agua, más apartarnos del sol y más duchas y, a pesar de ello, se nos quedará como el día más desagradable del nuestro particular veraneo.

     Como castigo a tener que permanecer en casa, se planteó el caso "Bizcocho”, golosina dulce preparada por las mujeres el día de ayer, con el resultado de desastre total. Nunca he visto un bizcocho con tan mala pinta. Aplastado como una torta, crudo y hecho según la parte del mismo y que se salvó por nuestras cualidades de caballos de buena boca que nos permitieron acabar con él.

     Como reto, me ofrecí a hacer uno que espero mejore en presencia y sabor al de ayer. Cuando escribo esta página, el  balón está todavía en el horno y el resultado en el aire...

     Éxito rotundo, el bizcocho salió para “reventar” de bueno, subió lo que tenía que subir, su aspecto extraordinario y su sabor, como de costumbre, muy bueno. En un primer saque, aún bastante caliente, dimos cuenta de más de la mitad del mismo. En bizcocho uno a cero, después del mamarracho de Esther y Rosa.

     Por la noche se nos ocurrió salir a cenar al antiguo “Crevillé”. No volamos porque se nos olvidaron las alas. Terminada la cena salimos corriendo como posesos y como si nos quisiéramos escapar de la “quema” sin pagar. Ángel invitó. El aire se levantó con arrestos, mostrando su poderío y hasta que no estuvimos en  casa, no estuvimos tranquilos.
  
     Mañana será otro día y nos sobrará tiempo para narrar otro nuevo episodio de este proyecto de familiar libro.
    



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