Domingo,
5 de agosto de 2018.
A
291 días...
LA NANA DEL LICO, LICO, TRAS.
LA PERRITA CIEGA.
Son ya varias las generaciones a las que,
con gusto, les canté la nana del “LICO,
LICO, TRAS”, tantas veces que, por
repetida, fueron aprendidas por los oyentes. Desde su ignoto destino, Pepe,
nuestro querido cuñado, transmisor e impulsor de la misma, se sentirá feliz por
su, no olvidado, legado musical.
Los hijos, mejor o peor, desafinados o
entonados, se la cantan a sus hijos, nuestros nietos; y estos, los mayores,
practican con sus hermanos pequeños. Los abuelos, orgullosos mantenedores del
musical juego, lo practican con todos, convirtiendo a “ULDEVAU”, TABLAETA,
PUÑONÉ Y TIJERETA, en buscados personajes de una sencilla historia en la que
hay que adivinar la oculta figura creada con la mano. Uldevau es un
círculo generado con los dedos indice y
pulgar; Tablaeta se consigue con la mano y los dedos extendidos a modo de
tabla; Puñoné es el puño cerrado y
Tijereta, con los dedos índice y corazón extendidos y en movimiento como si
estuviéremos cortando algo.
Martina y Alejandra, todavía consumidoras
de inocentes juegos, practican, de vez en cuando, el “Lico, Lico, Tras”. Diego,
Clemente y Valentina son expertos. Los
últimos en “oirlo” sin capacidad de jugarlo, son Emma y Ángel. Este último, con
menos de tres meses, se ríe al escuchar la nana.
Por la rama de mi
hermano Pepe, crecen los practicantes de este fácil juego y creemos que
entre uno y otro y su descendencia, hay madera para quemar muchas horas de
juego.
Gracias a Pepe, a la constancia de mi hermano y el empeño mío, el “LICO, LICO, TRAS” esta
vivo y mientras quede gente menuda, seguirá vivo. ¿Echamos una manita?
Lico, lico, tras,
cuántos años hay detrás,
Uldevau Tablaeta,
Puñoné y Tijereta.
¿Qué es?
Tijereta
Te has engañado,
que era puñoné.
¡Ja, ja, ja!
LA PERRITA CIEGA
Gratificante paseo matutino, como de
costumbre, después de desayunar en casa.
Auxi, sola por un lado y nosotros, en dirección
opuesta, no hubo encuentro. Según nuestro particular amigo “Endomondo”
recorrimos cerca de seis kilómetros y
quemamos unos centenares de calorías, prontamente recuperadas.
Si lo hubo a la hora de comer. Lo hicimos
en su casa y por cierto, bastante bien, sobre todo Laura “Yegua de buena boca”,
como casi todos nosotros.
Entrada la tarde, con ningún agrado, los
visueños tuvieron que volver a su feudo, El Viso del Alcor, con seguridad, con
unos pocos (6 ó 7) grados más que aquí en Costa Ballena.
Aunque parezca increíble, después de un
mes viviendo en Costa Ballena, no nos hemos visto los “Repetidos”, los
“Mellizos”, los Clemente”, los “Calabuig”, ni las respectivas familias. Hoy
quedamos en vernos después de la misa del domingo en el entorno de la iglesia,
a mitad del camino de nuestras respectivas viviendas. Pepe y Adela son fieles
cumplidores de estas obligaciones católicas, nosotros, no.
Nos saludamos como si hiciera “siglos” que
no nos viéramos. Y decidimos “tomar unas copas”, como decimos por aquí, en
cualquier lugar de la “Ballena”. En la llamada zona de Crevillé,
encontramos una mesa libre para cuatro,
los que éramos. El establecimiento se llama “La Típica” , lugar reconvertido,
para bien, de autoservicio a servicio de camareras. Comimos, bebimos y
charlamos a gusto. Después de ello, Pepe nos acercó en su coche a nuestra casa,
quedando en vernos con más frecuencia.
Y es aquí donde empieza lo … no sé como
llamarlo. Fue un momento inhabitual,
breve, totalmente infrecuente, sorprendente y, a la vez, sencillo, emotivo y
trascendente. En el rellano, en el descanso de las escaleras de nuestros pisos
(de Teo y Auxi y el nuestro) una preciosa perrita, bien cuidada, totalmente
inmóvil, ajena a nosotros. Era como un objeto de cerámica de Lladró. La
llamamos, nos acercamos a ella y ésta permanecía inmóvil, como pasando de
nosotros. Nos dio por llamar a los vecinos (alquilados) de la puerta de
enfrente a la nuestra. Salió un hombre que al ver a la perrita se sorprendió
sobremanera, dio un grito y se echó las manos a la cabeza; detrás de él salió
el resto de la familia, su mujer, un hijo y una hija que, igual que el padre,
se sorprendieron al ver a la perrita. Por el dueño supimos que ésta estaba
ciega de ahí su anormal comportamiento con nosotros. Un golpe recibido le
produjo la ceguera. Lo que no llegaban a comprender es, como se salió de casa.
La alegría de todos ellos fue grande y el agradecimiento hacia nosotros fue
mayor. Sobre los brazos de sus dueños terminó el sencillo episodio de la
PERRITA CIEGA.
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