pobre, desnudo e inconsciente,
y mi primerizo llanto
sonó chirriante e inclemente,
un susurro, unas caricias,
unos pechos bien turgentes,
mil sonidos novedosos,
el contacto de otras pieles,
me devolvieron al mundo
de mis tiempos, de mis gentes.
cuando era un joven imberbe,
era parco de equipaje,
corto de espíritu y mente,
un empujón de la vida,
unas migajas de suerte,
mil sendas desconocidas,
tornos y puertas batientes,
me rescataron, de nuevo,
de ese exilio displicente.
busqué despierto, consciente,
y me exilié, complacido,
horas, días y hasta meses,
de mis sombras, de mis miedos,
de mis cansinos congéneres,
pero, al final, siempre vuelvo,
de aquellos exilios breves,
que me curan alma y cuerpo
y a la vida, me devuelven.

No hay comentarios:
Publicar un comentario