117 .- LAS ARBOLEDAS ( II )
El ciprés, muy enojado,
por los celos movidos,
lanza furiosos dardos,
sin razón ni sentido.
Yo también soy bien alto
y nunca he presumido,
cementerio yo guardo
con un muy grande cuido.
Es más recto mi tallo
y con verdor me visto,
durante todo el año,
desde que fui nacido.
Adornos parques gratos,
donde juegan los niños,
y mis raíces engarzo
entre los muertos y vivos.
Palmera, eres mi llanto,
por ello, te maldigo,
causándome quebranto,
al no ser tan querido.
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