UN MUY BUEN REGALO ( II )
Dentro del programa establecido y antes de que nos asignaran habitación en el hotel, ahora, nos tocaba una “comilona” en el restaurante “Manuel León”.
No nos imaginamos la variedad y calidad de la degustación y del maridaje vinícola, acompañante de las viandas a consumir. En un pequeño y coqueto salón nos acomodaron con presteza y, enseguida, el "maitre" y más de un joven camarero se dispusieron, con solicitud y mejores maneras, a atendernos. Eso de celebrar BODAS DE ORO, no debe ser acontecimiento frecuente y mucho menos, hacerlo con un festín de tal tamaño.
Los primeros platos, a modo de entrantes, exquisitos. Las variadas verduritas, las rodajas de langosta con su correspondiente guarnición, el triangular trozo de lasaña y su delicioso relleno. Platos, todos ellos, dibujados con manos de artistas. La fiesta del bien comer no se acabó, quedaban platos por celebrar, un atún marinado que quitaba el sentido, un langostino gigante, envuelto en lenguado y el plato estrella, el cordero al güisqui, delicia definitiva antes del estupendo sorbete, del postre y del cafelito. El vino blanco, semidulce, el rioja y la fresca cerveza del prólogo, componían el maridaje perfecto con la celebrada super degustación. En unas muchas horas que nadie nos hable de comida, que a nadie se le ocurra invitarnos de palabra y de hecho a comer algo. Capítulo cerrado y guardado en las páginas del “Libro del buen comer”.
En taxi, ya que la calurosa tarde así lo demandaba, regresamos al hotel, donde en recepción nos asignaron la habitación 112, ya descrita con anterioridad.
Descanso obligado. Un alto en la escritura. Las obligaciones de abuelo, así lo exigen. A nuestro pequeño Ángel le quedan horas para ser titulado “Chacho”. Amelíe, así lo demanda. ¿Cómo será su carita?
No hay comentarios:
Publicar un comentario