Lunes, 18 de marzo de 2019.
A 62 días de las BODAS DE ORO
EL TIEMPO (I)
Al escribir del TIEMPO se corre el riesgo de confundir al lector, por el carácter dual de esta palabra. Dualidad de cotidiana climatología y de filosófica e incontrolada existencia. Hablar del TIEMPO climatológico se convierte en un pobre recurso de comunicación o en un absurdo pretexto de acercamiento entre humanos carentes de habilidades lingüísticas. Sobre todo, cuando sabemos de antemano que, con él, sólo podemos predecirlo, con inevitables y frecuentes errores, y poco más. Los muchos profesionales dependientes del TIEMPO climatológico, no pierden su otro TIEMPO en hablar de él, se dedican con obstinación a observarlo, a aprovecharlo y a intentar, todavía sin mucho éxito, a controlarlo y dominarlo.
No pretendo, al escribir de TIEMPO, cansarles con una exposición detallada de centros de altas y bajas presiones, de frentes lluviosos o fríos, de pesados anticiclones, de peligrosas gotas frías, ni de otros elementos iconográficos de un aburrido mapa del TIEMPO. Prefiero dedicar este TIEMPO a escribir del otro TIEMPO; del imposible de domesticar; del que nunca se detiene; del que dibuja arrugas en las caras y debilita los cuerpos, incluso los más fornidos; del que sabiamente se aprovecha o, tonta e inútilmente, se derrocha y, en resumen, del TIEMPO que se vive.
La absurda intemporalidad del TIEMPO nos aturde y nos asusta y la finita temporalidad, de su compañera vida, nos iguala felizmente a todos. TIEMPO y vida se necesitan mutuamente, con la fuerza y la magia de lo imposible. No se entiende la vida sin el TIEMPO y, nada sería del TIEMPO sin la vida. TIEMPO y vida están condenados, de y para siempre, a coexistir mientras quede un tic-tac de TIEMPO y una diminuta célula viva.
El hombre en su interminable e inacabada carrera de aprender y en su irrenunciable papel de inventor, compartió y partió el TIEMPO en unidades menores llamadas: segundo, instante, minuto, rato, momento, hora, día, semana, mes, año, lustro, década, siglo, milenio, era, etc.; sin darse cuenta, ¡Pobre de él! que, a la par, estaba troceando la propia vida en breves espacios de inventada e innecesaria temporalidad.
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