Lunes, 25 de marzo de 2019.
A 60 días de las BODAS DE ORO (Continuación)
LA CELEBRACIÓN (II)
Las continuas sorpresas, las emociones vividas, el buen ambiente creado entre todos y por todo, la variedad y cantidad de alimentos y las bebidas ingeridas, ayudaban, con notoriedad, al mayor goce y disfrute de la familiar celebración. Nunca pensamos en tanto por tan poco. Nunca imaginamos lo mucho recibido en día ya de por sí muy especial.
Faltaba nuestra mutación en enanitos. Rosa preparó unos trajes de estreno para los pequeños personajes. Alejandro y Dani serían nuestros compañeros de trabajo, ocultos bajos unas sábanas blancas y prestándonos sus manos a ciegas. Ni un solo ensayo, mucha improvisación y que salga el sol por donde quiera, Antequera nos pilla demasiado lejos. Sacamos por unos momentos a los pequeños del salón y, con rapidez, nos vestimos, realizando la transmutación a nuestros personajillos, Pepiño y Clim.
Pepiño, Clim y sus respectivos ayudantes, cumplieron. Muchos pequeños no habían visto nunca el encogimiento de sus abuelos o tíos. Dos “bichitos”, Valentina y Ángela animaron el cotarro con sus diálogos con los pequeños personajes, Al final unas canciones cantadas por todos los más menudos y los mayores y al final, descubrimiento de cómo se fabrica un enano y como se desmonta, explicado delante del personal presente.
El apagado de las ochenta velas de cada una de las tartas, preparadas por Cordero y sus huestes y repetidas en varias ocasiones, fue un claro ejercicio de gratificante colaboración en sus dos momentos claves, el encendido con la participación de bastantes pirómanos y el apagado, al que nos apuntamos todos. El “cumpleaños feliz”, en versiones hispana e inglesa, se repitió hasta que el público se cansó. Hubo tarta para todos y la tarea de partirla la realizó la mujer de Cordero con la habilidad manifiesta de haber partido más de una de aquellas dimensiones.
Y la Fiesta continuó unas horas más. No podían faltar ni los brindis, ni el café en sus diferentes versiones, ni los dulces pequeños, ni los “ginmais” (Recuerdos a nuestro querido Diego, testigo seguro, desde donde esté, inventor de la palabra y presente obligado y manifiesto en el premio de Octogenario del “Caracuadro” y su hermano). La recena, a base de montaditos variados, desaparecidos por arte de birlibirloque, como si no hubiésemos ingerido clase alguna de alimentos y bebidas, acercaba a su final el gran día y la rica y extremosa celebración.
Los ritmos cambiantes de la música propuesta por el “pinchadisco”, animaron la velada. Nadie se libró de echar sus bailecitos. Hasta los mayores, los Patriarcas, tuvieron que asomarse al ruedo para demostrar sus carencias bailongas. Los jóvenes, como de costumbre, cumplieron con creces y, como habitual, se hartaron de hacer payasadas, tributo y contribución impagable al éxito del festivo momento.
Las silentes campanas de las despedidas, sin prisas, sin pausa, fueron sonando, de forma tenue, a final. Los repiques de gratitud máxima, asomaron lágrimas de agradecimiento en el rostro de Pepe y de su hermano Clemente. Por una estrecha rendija del estrellado cielo de los Alcores Visueños, se nos escaparon los sueños, las buenas intenciones, los muchos besos y abrazos recibidos y dados, las sinceras felicitaciones y los inolvidables momentos vividos. Material más que sobrado para escribir más de un libro con una tinta imborrable, china o no, y perdurable en los tiempos de los tiempos.
PERDÍ LA CUENTA EN LA FECHAS Y SE LIBERERON ALGUNOS DÍAS. LA ESPERADA Y ANUNCIADA LLUVIA NO QUISO NI VERNOS. MAL SE PONE LA COSA.
Llevaban tiempo, los meteorólogos, sin equivocarse en sus informaciones pluviométricas. Después de un largo periodo de “ni una gota”, las expectativas de lluvias en estos días animaron a personal, que esperaba notables cambios, que no solo no llegaron, sino que nos mantenemos en “NI UNA GOTA”, esta vez con preocupantes letras mayúsculas. Y las cariacontecidas caras del mundo cofrade presagian incertidumbres y miedos. Los retrasos en la llegada, a su debido tiempo, de las benditas y necesarias aguas primaverales, empinan las orejas y tratan de espantar las moscas que tras ellas se refugian. Y al lado de estos sufridores, los feriantes, expertos en regatear a los días lluviosos, se mantienen, sumidos en sus preocupaciones acuosas.
¿Quién, de estos señores, le pone al tiempo buena cara? Todo un año, contando días, para presentar al pueblo, de aquí y de todo el mundo, sus imágenes, su Cruz de Guía, sus pasos, sus maneras y modales, sus “andares”, sus novedades y estrenos, sus rezos y sus cantos, sus silentes promesas, su sed de costalero y su orgullo de ser “hermano”.
¿Quién de aquellos otros señores, feriantes, les pone buena cara al mal tiempo? Todo el tiempo esperando el cañonazo de salida de la primera feria de nuestro pueblo vecino Mairena del Alcor, antesala de la de Sevilla, para “atrapar” en sus mágicas redes a la entusiasta chiquilleria, para enganchar a grandes y pequeños en sus calles del infierno, para desatar gritos, risas, emociones y ruidos sin límite.
La única salida a estas “malajadas de turno”, están en la fe del creyente que admite, con estoicismo, la siempre llegada de otros tiempos mejores, de venideros años sin agua, de la vuelta a la ansiada normalidad. La salida de los feriantes está, en la confianza de que “Lo que hoy me quites, me lo devuelvas mañana, con creces”; aunque algunos, rotos y hundidos, se queden en el camino. Ojalá, el tiempo meteorológico, se comporte como debe y dé respiros o treguas a los soñadores cofrades y a los esforzados feriantes. De momento nos conformaríamos con unos pocos de chaparrones fuera del calendario de la Semana Santa y de las Ferias y Fiesta populares. ¡Así sea, si puede ser!
BARATÍSIMO, UN DILUVIO DE DIEZ MINUTOS
Y el cielo, con aparatosa lluvia y sonoro acompañamiento, volvió a engañarnos. Abrió, con apariencia de Diluvio Universal, a la vez, toda su grifería, obligándonos a recordar al pobre Noé, a su familia y todos los animales de la cristiandad. Aquello, tan poco duradero, no fue llover, no fue exagerada descarga acuosa, fue añorada catarata, fue tupido cortinaje de agua bendita. Pero como vino, se fue. Fue como los caramelos a la puerta de los colegios, visto y no visto. Bienvenida lluvia, o lo que fuiste, goterón gordísimo y… ¿Hasta cuándo?
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