martes, 23 de mayo de 2023

RETAZOS DE UN AÑO, 1989, DÍA A DÍA

Jueves, día 14 de septiembre

            ENFERMA DE VEJEZ Y LA IMPORTANCIA DE UNOS OJOS

            Ya estamos aquí, mamá y puedes llorar todo lo que te venga en ganas. Así entrábamos en casa después de algo más de un año, encontrándonos con una anciana de cabellos blancos, que ya es identidad suya desde hace mucho tiempo, de tez clara y mejillas algo sonrosadas, otra de sus peculiaridades de siempre, que apenas ve, por el cansancio de tantas puntadas de día y de noche y por la dichosa diabetes que termina por conducir a la oscuridad, ya que no mata si se la controla, cosa que ella siempre lo consiguió. Sentada en una silla de ruedas con unas delgadas piernas que castigadas con múltiples roturas, salpicadas de cicatrices y arañazos que no desaparecen con facilidad por la enfermedad señalada anteriormente, que ya no soportan su cada vez más pesado y deforme cuerpo. Con un temblor en sus dedos afilados que no puede controlar y con la enorme tristeza de su soledad en su rostro.

               Sólo vamos a estar cuatro días en Melilla, los suficientes para inyectarle una dosis demasiado pasajera de moral y que tenga una preocupación también momentánea, la de atendernos en estos días, como siempre lo hizo. Lo que más la ha envejecido ha sido sin duda la falta de visión, pues ya ni la costura puede atarearla, ni la televisión entretenerla.

              Seguro que hacía mucho tiempo que no reía ni hablara tanto y de seguido, Mamá cada día se muere poco a poco, no de los males que tiene, a los que siempre supo hacerle frente  con valentía, sino de vejez y soledad, sin olvidar el hecho de no poder usar sus ojos como ella quisiera.

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