lunes, 7 de noviembre de 2022

UN AÑO ANTES DE LAS BODAS DE ORO

Miércoles, 1 de agosto de 2018.

A 295 días de las BODAS DE ORO

                                                            LA MOSCA PLAYERA

                    No sé si es la misma, única en su especie o, por el contrario, son muchas educadas y preparadas para fastidiar a todo Cristo viviente. De entre las moscas nominadas “cojoneras”, no podemos olvidar a “la mosca de la tele”, esa que por delante de la pantalla o por dentro de ésta, no deja de molestar a los televisados o a los televidentes. La llamada “mosca playera” es más pertinaz, más incansable, más pesada y, sobre todo más “porculera”.


                    En plena efervescencia de la huelga del taxi y en el inicio de una anunciada a bombo y platillo ola de calor, padecí el acompañamiento maléfico de una de estas insurrectas mosca playera. Salí, como de costumbre, con Rosa, a dar el diario paseo matutino por la orilla del mar de la Ballena. Apenas pisé la calle, como quien coge sobre la marcha un taxi libre, se montó sobre mí, la susodicha y, sin parar de moverse, me acompañó revoloteando a mi alrededor ajena a mis manotazos corporales. Llegamos a la orilla donde las olas se rompen y la arena mojada disfruta dibujando, de forma efímera, nuestras huellas y nos desprendimos de la camiseta y de las zapatillas para andar más ligeros. Y seguía allí, acompañándome. De la oreja a la nariz, de ésta al pelo; de aquí para allá, pero sin despegarse mucho. Con la camiseta convertida en incruento latiguillo me fui azotando el cuerpo por las partes donde creía se encontraba ésta. Y seguía allí, “porculeando”, repasando mi cuerpo, más impertinente que nunca y yo seguía y seguía con mi castigo.

                    Cuando una de estas moscas te coge, se acomoda a tu cuerpo, a tu paso, es como el tonto y la vereda que no hay quien los separe.

                    Llegando a casa, después de haber recorrido cerca de seis kilómetros, según “endomondo”, sin casi darme cuenta noté que la mosca playera me había abandonado, que había encontrado otro vehículo para viajar gratis a otro lugar. ¡Bendita la hora y el lugar!

                    Dios os libre de estas pertinaces e impertinentes moscas playeras, diosas de la “porculería”.

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