Jueves, día 16 de marzo
LA IGLESIA ABARROTADA
Nadie se engaña al reconocer que nuestro cristianismo en
líneas generales es demasiado endeble y que hasta la liturgia, los actos
religiosos, cada día nos atraen menos, y ello lo evidencia el que la iglesia la
mayoría de las veces ofrece un aspecto desolador en cuanto al número de
feligreses que la visitan. Sin embargo, hay dos ocasiones en que la gente acude
en número importante, en las misas de difuntos, no solamente cuando el finado
es bastante conocido, sino también en razón directa a la tragedia que envuelve
a su muerte; y también en ocasiones como las de hoy, en la Función Mayor de una
de las cofradías procesionales que salen de penitencia en Semana Santa. Por eso
decía lo de la endeblez, ya que si nuestro cristianismo sólo se refiere a
acordarse de los muertos o de recordar sin más la muerte de Cristo en lo que de
folclore tiene, sin trasladarlo a una norma cotidiana de vida, a una forma de
vivir, mejor es no considerarlo siquiera como tal.
Lo peor de todo es que no pocas de las personas que
asisten a estos actos religiosos lo hacen más por cuestión social que por
religiosidad y con la mala costumbre de casi estar ajenas a la celebración.
¿Sirve por tanto que la iglesia se llene por estos dos motivos señalados anteriormente y de
esta manera o es preferible que haya menos gente, pero sincera y auténticamente
cristiana?
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