domingo, 30 de octubre de 2022

UN AÑO ANTES DE LAS BODAS DE ORO

Lunes, 23 de julio de 2018.

A 305 días de las BODAS DE ORO

                                    LA PRIMITIVA (OLOR A CADUCIDAD)

                             TRANQUILIDAD (UN IMPUESTO NECESARIO)

                    LA PRIMITIVA de la Reunión huele a desaparición. El tiempo, la involuntaria marcha de algunos, la voluntaria huida de otros, la poca o casi nula fortuna en el acertar, la desaparición de los viajes y reuniones culinarias, los retrasos en el pago de las cuotas, son argumentos más que suficientes para apagar el ímpetu primario de su origen.

                    De las causas enumeradas con anterioridad, considero que una de las más influyentes, ha sido la existencia de un no descubierto GAFE, dentro de los asociados, causante de la poca o nula afinación para conseguir algún sustancioso premio que, nos animara a la continuación. Hablar de GAFE es “auto – señalarnos” todos, sin exclusión de ninguno de nosotros; aunque por cargo o por “enviador – receptor” de los boletos algunos nos encontramos más cercanos a ostentar la graduación de GAFE. Me refiero a éste escribano por su papel de administrador y, por el otro extremo, al descendiente de los Parches visueños, sobrado de simpatía y poco aficionado a dar algún gordo premio, depositario de la Administración de Lotería donde normalmente depositamos los boletos.

                    GAFE o no, olemos a fracaso, a desaparición. Por supuesto sabemos que el daño que causamos a las arcas del Estado será ínfimo y que con seguridad esta entidad pública seguirá con sus pingues beneficios, a pesar de nuestra desaparición.

                    Después de repartir dividendos, en céntimos, anunciaremos oficialmente nuestra marcha definitiva al silencio de los desafortunados. Todo llegará.

                    En un acrobático salto me desplazo del mundo de los desafortunados en casi todo, al mundo de los tranquilos desocupados, o al mundo de los desocupados playeros, hartos de mareas altas, de sombrillas, de arena caliente, enemigos del leer y del andar. Y entonces descubrimos que las casas de la playa son magníficos santuarios de tranquilidad, en las que se puede vivir, sin necesidad de plantar una sombrilla, sin tener que madrugar, sin verse en la obligación de pedir disculpas a cada paso, sin tener que soportar el calor o la humedad de la arena mojada, ni los pelotazos de los jugadores playeros. Tranquilidad sobre todo, da igual el levante que el poniente; da igual que sea de día o de noche da lo mismo haga calor o esté nublado; da igual una cerveza que un tinto con casera y si tienes aire y estornudas un par de veces, para que contar, y si no tienes, te aligeras todo lo que quieras de ropa y a lucir cuerpo serrano, en este caso, cuerpo playero.




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