Jueves, día 2 febrero
LO INJUSTO DE LA VIDA EN MUCHAS OCASIONES
Si
hay cielo yo conozco a una persona que tiene desde hace tiempo garantizada una
parcela y de las buenas. Pienso en mi madre
y no porque haya dedicado su vida a la práctica religiosa ni por su
misticismo; sino porque desde que nació al mundo de los conscientes no hizo
otras cosas que trabajar, padecer y sufrir con resignación.
Algunos botones servirán de muestra. Llegan a
Melilla y desaparece su padre un día que no tiene que trabajar y que vienen a
buscarlo unos amigos para salir a pescar y es engullido por el mar, sin que
sepan más de él. En plena juventud de matrimonio muere su marido, dejándole
como única herencia cinco hijos y su viudez. No sabe hacer otra cosa más que
trabajar. Se le muere una hija con 27 años y recoge en su hogar a los dos
nietos. Se rompe una rótula y más tarde las dos caderas; la operan y aparecen
problemas de rechazo a las prótesis. La diabetes le ataca a la vista y es lo único que la obliga a dejar el
trabajo, su muy digna profesión de toda la vida, la de modista. Y después de
toda una vida dedicada a sacar adelante a sus hijos y nietos, pasa sus últimos
días en la más absoluta soledad.
Así es la vida
y bueno es saber el final que también nos esperará.
A sus
ochenta y ocho años, pues nació en el 1901, aún conserva su lucidez
mental, lo que hace más penosa su vida. ¿Y qué hacemos los demás por ella?...,
que no sea el entonar el “mea culpa”.
¡Qué injusta la vida para mi madre!

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