ESE BALONCESTO ES OTRA COSA
Cuando tengo tiempo y ganas, y lógicamente no hay reunión
que me impida estar en casa, me entretengo en ver , lo que es la gran afición
de mi hijo mayor, los encuentros de baloncesto de la NBA.
Nadie a estas alturas puede negar que eso sea un deporte,
porque el baloncesto lo es y los que lo practican así lo demuestran y de qué
manera; pero tampoco nadie podrá negar que es un ejemplo de espectáculo con
alicientes más que suficientes para llamar nuestra atención.
Qué cantidad de jugadas extraordinarias, qué enormidad de
acciones espectaculares las que son realizadas - y ahí está su magia - con la
mayor naturalidad, sin perder el aire de lo fácil; qué multitud de seguidores,
qué monumentales instalaciones deportivas; qué enorme negocio en torno a él y qué
gancho para la juventud que se ve envuelta y atraída por estas retransmisiones,
que llega a conocer nombres y apellidos de estos ilustres jugadores, sus
colores, número de canastas y tapones, edades, la universidad de procedencia,
etc.
Y como el dinero casi todo lo puede se produce con esto
como en tantas otras cuestiones nuestra progresiva e imparable colonización;
estando seguro de que pronto oiremos hablar tanto de los Ángeles Lakers y de
los Boston Celtic, como del RAM Juventud o el CAI de Zaragoza y conoceremos
mejor a Larry Bird que a Antonio Martín o Andrés Jiménez, el carmonero. Con el
riesgo añadido de usar prendas deportivas de la NBA.
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