6.- A TU VOZ
Tenías la voz cascada,
de tanto recitar versos;
castizo,
señero y grave,
era tu deje, tu acento,
voz de ronca caricia,
para narrar cuentos tiernos.
Tenías la voz herida,
por ser juglar de este tiempo,
de ronroneos de mar
y de quejíos sureños,
con el sonar diferente,
de los viejos sonajeros
y del cadenciosos vibrar,
del rasgueo y del gorjeo.
Tenías la voz quebrada,
de tanto recitar versos,
a los niños y a los grandes,
que, al lado de ti, crecieron,
libando tu fantasía,
tus quimeras y tu verbo.
(Estimada Gloria, qué difícil resulta ilustrar tu peculiar voz)
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