NUESTRAS CARICATURAS

                            La de hoy pertenece a un viejo amigo al que hacía muchísimo tiempo que no veíamos. Amigo, con el que compartimos muchas jornadas de nuestras vidas, a pesar de la diferencia de edades entre nosotros y al que siempre apreciamos un montón por su manera de ser, y todas ellas motivadas por nuestra común afición, el deporte, y por razones políticas, igualmente comunes, caminando en el mismo barco ideológico y por la denostada tierra nuestra, que tanto amábamos.

                            Conocimos a OVIDIO BONILLA JIMÉNEZ, cuando era un chaval, jugando en el U.P.Viso, estaría por entonces en los juveniles del equipo de su pueblo, y de verdad que lo hacía bastante bien, porque era un jugador, a pesar de sus pocos años, muy fino y elegante en su juego, y de una nobleza extraordinaria, incapaz de hacer daño a ninguno de sus contrincantes. De aquellos tiempos es la caricatura que Clim le hizo y que seguro tendrá guardada en cualquiera de los recovecos de su casa. Ovidio es un miembro de una de las familias más señeras de El Viso, por diferentes razones, por la fama de su padre y seguida por sus hijos, de ser uno de los mejores ebanistas de nuestro pueblo; por su enorme afición al cante hondo, en el que junto a su mujer siempre destacaron, y por su firme devoción a su Jesús Nazareno.

                            Y fue el pasado día 28 de abril cuando después de muchos años nos encontramos con él en la presentación del Cartel de las Fiestas de la Santa Cruz, realizado por otro común amigo y que también fue un excelente pelotero, el hijo de nuestro querido y nunca olvidado Pepe la Juana, José García Rodríguez, y hermano de nuestro, no ya querido, sino queridísimo Carlos Javier y de ese otro "Todoterreno" de lo Eclesiático, como es Manolo el "Erre", al que queremos en demasía. 

                            Pues bien, volviendo a Ovidio, cuando nos lo encontramos, después de un sincero abrazo y de mirarlo, de forma espontánea brotó de mi boca una expresión sincera al señalarle que cada vez, con el tiempo que ha pasado, más parecido tenía con su padre, el LOPA; dándome la impresión de que se sentía orgulloso de ello.