Después de varios retratos de Vírgenes y Cristos, hoy vamos a presentar otro, que sin ser de ninguno de los dos, seguro estamos de que sí estará con ellos. Todo lo conocíamos como PEDRITO y tanto debían de quererlo en los cielos que pronto se lo llevaron a él al Paraiso. Niño vivo como el que más, alegre y lleno de simpatía, de tal manera que era fácil quererlo. Su abuelo, Vicente Roldán, el "Rasco," como su abuela Dolores Prada, "Confite" ella, lo adoraban, como dicen los niños, sin tener conciencia de la magnitud de esta palabra, "infinito", y él, como ninguno, sabía ganárselos por su forma de ser y saber, a pesar de no alcanzar ni cinco cuartas. Cómo sería aquel crío, que la enseñoreada "enfermedad" le cogió celos y lo estuvo persiguiendo casi durante toda su corta vida, hasta que haciendo un pacto con la enlutada "parca" creyeron haber acabado con él. ¡Qué equivocadas estaban estas tristes señoras! Han pasado muchos años desde entonces y Pedrito y sus cosas, siguen vivos y muy vivos en los suyos y en los que tuvimos la fortuna de conocerlo. Porque tenía un arma más poderosa que ellas, su gracejo, aun siendo tan pequeño, cosa que sorprendía a todos, y una sonrisa que no le faltaba nunca, como la que aparece en el dibujo, de las de verdad, de las que se asoma en el brillo de los ojos.
Pedrito Luis García Roldán tenía también un juguete, que también aparece en el retrato, que sabía usarlo como ninguno: un teléfono casi más grande que la carita de un ángel, de esos que aparecen a los pies de María y que cuando uno lo ve con él en sus manos, nos parece que estando en la Tierra, se estaba conectando con ellos en el cielo, con los que pronto se iba a encontrar, después de hacerle un buen regate a la enfermedad y a la muerte. Incluso, cambiando su ubicación, podría habérselo llevado a escondidas a los cielos, para poder conectarse con sus padres, abuelos, tíos y tías y una larga lista de familiares, que podrían incluir también a su hermana de alma y al hermano que vendría a sustituirlo; utilizando las líneas mágicas de los recuerdos, que afortunadamente nunca se acaban, ni en la tierra y menos en las alturas.
Ojalá, querido Pedrito, que desde el bendito lugar en que te encuentras, desde la Casa infinitamente grande de nuestro Señor, sepas pedirle a Él, el bien para toda tu gente y para algún que otro vecino, que nunca te olvidó, créenos.
Gracias Pepe,por esta bonitas palabras y por el cariño con el que siempre nos as mirado.
ResponderEliminarGracias a ti, apreciada Desconocida, por entrar en nuestro modesto rinconcito.
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