(SIGUE LA REUNIÓN DE DE LOS AGENTES ATMOSFÉRICOS)
El discurso de la DAMA NEGRA, lleno de interrogantes que pretendían sembrar la duda en la asamblea fue de nuevo interrumpido; en esta ocasión por parte de DANCT, la Brisa, que ya no estaba dispuesta a abandonar la sala, sino todo lo contrario, su deseo ahora era el de permanecer en ella para defender a su monarca contra tanta miseria, insultos y calumnias. Levantándose, se acercó a la Sra. DE LUTO y poniendo su mano sobre el hombro de su compañera, tratando de convencerla, le habló en tono amistoso.
- Claro que tiene algo de especial nuestro Rey, cosa que ni tú, ni yo, ni nadie de los aquí presentes ignoramos. Bien sabemos todos que él posee el máximo poder. Sin su ayuda no es posible ningún estado de vida, ni la más despreciable e ínfima concebida. Acaso has olvidado que la tuya, tu propia vida, también está pendiente de su energía... Por eso sencillamente es nuestro Rey Soberano.
La Sra. DE LUTO se desprendió sonriente de la mano de DANCT y sin perder su compostura, dirigió una miranda profunda a AUSEIN, la Señora de las lágrimas, la Lluvia, que se introdujo en la conversación sin levantarse de su asiento y con la cabeza baja, sosteniendo en sus manos llaves de distintas tonalidades de grises.
- Sí, efectivamente, así es.
DANCT y la Sra. DE LUTO, le sonrieron por motivos diferente. La primera, porque engañada por las apariencias creía que iba a apoyar sus argumentos; mientras que la segunda lo hacía porque era conocedora de que contaba con ella para la rebelión y esperaba con ansiedad la sorpresa que causaría con sus siguientes palabras.
- Efectivamente, siempre tuvo ese poder; pero es innegable que últimamente lo va perdiendo.
AUSEIN, la Sra. de las lágrimas, la Lluvia, seguía hablando sin dejar de jugar con las llaves ni levantar su cabeza, como si meditara en voz alta.
- No os disteis cuenta de la palidez de sus rayos cuando nos dirigíamos aquí por el gran corredor. No sentisteis, acaso como yo, más frío en vuestros respectivos cuerpos. Nadie se ha dado cuenta de que estamos perdiendo nuestra habitual alegría, que nos desagrada nuestro trabajo, que...
Y de un leve murmullo se pasó a un desagradable alboroto, ya que todos querían intervenir a la vez. Alboroto que fue en aumento hasta hacer imposible que se entendieran. Alguien tenía que poner fin a aquella situación, inédita hasta entonces. Y fue el TERROR EN LLAMAS, el mismísimo Rayo, que había permanecido sentado y en silencio, el que se levantó y gritó con su voz cortante, la que hizo retumbar en las paredes y llenar de luz cegadora e instantánea la habitación, para que guardaran silencio. Todos callaron inmediatamente y tan sólo se oía el descendente sonido del crujir de la paredes hasta que se hizo el sonido total.
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