De los tres Fuertes que existen en el Cuarto Recinto Fortificado de Melilla: el de Victoria Grande, Victoria Chica y el del Rosario, como reductos fortificados defensivos, hoy nos vamos a referir al primero de ellos, que se encuentra ubicado al final de la Avenida de Cándido Lobera.
Fue este construido entre los años 1735 y 1736 para evitar que los atacantes instalaran artillería en la Altura del Cubo.
En 1778 se reformaron los muros, el cordón y se construyeron las garitas, las banquetas y los guardacabezas.
En él estuvieron confinados durante el decenio absolutista personajes destacados de la época, como José María Calatrava y Francisco Sánchez Barbero, por haber participado en la redacción de la Constitución de 1812.
Ha servido de prisión civil desde 1919 hasta 1996, cuando se inauguró el actual Centro Penitenciario de Melilla, estando recluido en él el General Manuel Romerales Quintero y Carlota O´Neill, esposa de Virgilio Leret y autora de Memorias de una mujer en la Guerra de España, con lo que quedó abandonado.
En 1862 tras complicadas y difíciles negociaciones con el Sultán de Marruecos, se llevó a cabo un disparo, teniendo como protagonista al cañón "El Caminante", nombre romántico y evocador desde el Fuerte Victoria Grande, que alcanzaba la distancia de 3 kilómetros, para que la plaza quedara fuera del alcance de la artillería de las kábilas fronterizas, en distancia semicircular.
Era un cañón "de a 24" (libras), es decir que cargaba balas de 11,8 kg. Todos los cañones llevaban grabados su nombre propio, cincelado, en la parte superior de la caña. Tenía dos asas de bronce en su 2º cuerpo para su montaje sobre la cureña, ayudándose de grúas. Estaba hecho de bronce fundido también, en la Fábrica de Artillería de Sevilla, en tiempos del reinado de Carlos IV. Su diámetro en el ánima era de 15,5 cm, la longitud del tubo era de 3,5 m y pesaba 2.944 kg, casi 3 toneladas y se cargaba por la boca. Esta distancia era la que servía como límite de la antigua Melilla y además permitía vigilar, dominar y controlar ventajosamente desde el lugar donde se instaló los caminos radiales que formaban los accesos a la ciudad, proporcionando así la ansiada seguridad que se pretendía con el trazado de los límites de Melilla.
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