Así vio CLIM a la Rosa de sus amores, con su gracejo natural y estilo envidiable, delante de la cerrajería de su zaguán y sobre un monumental talbu de su Regulares 5 y con placa plateada, en donde poder grabar con su fácil palabra una estrofa que encerraba lo que él sentía cuando la veía bailar.
Siempre me ocurre lo mismo
cuando bailar, yo te veo.
Cuando tu cuerpo se viste
de arremolinados vientos,
y tus brazos y tus manos,
con gráciles aleteos,
rasguean mudas guitarras,
invisibles, en el cielo,
no sé lo que a mí me pasa,
ni sé, de prisas del tiempo,
ni del tibio escalofrío
que recorre mis adentros.
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