Entrega nº 11
Claro, nuestra querida Adela, que tus
padres no te iban a creer con el final de tu historia, lo de que tu nueva bici
volaba; hasta me temo y estoy convencido de ello, que para evitar riesgos, no
te la dejarían coger y la guardarían, casi nueva, en el trastero, como tantos
objetos inservibles que existen en estos lugares.
Tengo una bici voladora
Hola, chicos.
El día de mi cumpleaños mis padres me
compraron una bicicleta nueva y estaba la mar de contenta con ella.
Al principio yo pensaba que era una
bici normal, como la de casi todas las
niñas, pero me di cuenta que tenía algo que me resultaba raro.
Fijándome en todo pronto descubrí que en
sus ruedas había como un polvo brillante, que no tenían las demás y hasta con
un trapo limpio traté de quitarlo en un momento, pero cual sería mi sorpresa al
comprobar que no pude. Estaba como pegado o pintado en ellas.
Como era mi primera bici y además toda
nueva no me importaba; incluso me resultaba más bonita que todas las que tenían
mis amigas y compañeras del colegio.
Al cabo de un tiempo, cuando ya había
aprendido a montar en ella y mis padres confiaban que lo hacía bastante bien,
una noche de primavera me dejaron salir a dar un paseo para refrescarme un poco
por los alrededores de mi casa.
Cuando yo iba muy contenta, de pronto
se apagaron todas las luces de mi calle y me asusté un poco, pero seguí dándole
a los pedales, aunque algo más despacio.
Justo en aquel momento una linda
perrita, asustada también por el apagón, se me cruzó e intenté frenar.
Y se produjo un hecho inesperado y
sorprendente.
Aquel polvo tan extraño y brillante de
repente se escapó de las ruedas, empujándome hacia arriba para no atropellar a
la perrita y yo sin tocar ya el freno ni los pedales me vi por los aires,
porque mi bici siguió a los polvos, que debían ser mágicos.
Dándome entonces cuenta de que yo
volaba en mi bici nueva, la que me regalaron mis padres en el día de mi
cumpleaños y que a mí me parecía algo rara.
La luz volvió pronto a mi calle y yo que
seguía montada en ella suavemente descendí hasta el suelo.
Volví a mi casa y me fije que el polvo
brillante había vuelto a las ruedas.
A mis padres para que no se asustaran
no les dije nada, para que no pensaran que yo me había vuelto loca por la
emoción de tener una bicicleta nueva, la que ellos me habían regalado, la del
polvo brillante en las ruedas.
Y COLORÍN, COLORADA, la bicicleta de
este cuento sí que volaba.
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