Minicuento nº 6
Si
hace algunos días a Adela el cuento de Frankestein le producía miedo y lo
tituló con la exclamación de ¡Qué susto!, hoy se marchó a la orilla contraria y
lo que nos cuenta es motivo para ella de risas, las que le produce el que su
amiga Lucía llegue a conocer el mundo al revés, encontrándose con que todo el
mundo anda de cabeza. Bueno, mejor que lo leáis.
¡QUÉ RISA!
Hola, chicos.
Hoy voy a contaros una historia que me
dio mucha risa. Venga, os la cuento.
Había una vez una niña que se llamaba
Lucía, a la que le gustaba mucho andar bocabajo.
Un día haciendo eso que tanto le
agradaba se cayó y el golpe que se dio no fue importante, nada grave, y por
arte de magia apareció en un túnel, especie de tobogán enorme, que la trasladó
a un mundo al revés.
Cuando llegó supuso que se caería, pero
no fue así. Se quedó allí plantada como si se hubiera quedado pegada al suelo.
Allí habían más personas, que
curiosamente estaban hechas de galletas de jengibre y que se podían caer igual
que ella y le preguntó a algunas de ellas que por qué estaban así.
Una respondió a su pregunta diciéndole
que el motivo era porque les faltaba el cristal del equilibrio.
Entonces, Lucía que era muy atrevida
decidió ayudarles y emprendió el camino para buscar el dichoso cristal y nada
más comenzar su paseo, de repente, se encontró con un árbol, que era el de las
adivinanzas.
¡Oh! Tendría que resolver una de ellas
si quería seguir adelante.
Y una voz que salía de aquel extraño
árbol decía:
“Soy blanco por fuera y amarillo o
naranja por dentro y yo me lo zampo en un momento”. ¿Qué es?
Ella respondió rápidamente sin dejar de
reír.
-
¡Es el huevo!
Y como su respuesta fue correcta la dejó pasar
y continuó su viaje. Después de un largo caminar por fin vio
a lo lejos el misterioso cristal. Corrió y corrió para cogerlo cuanto antes y…
¡Qué risa! El cristal en realidad era un chicle en forma de diamante.
Lucía, muy contenta, lo llevó al lugar donde
estaban las galletas, o mejor dicho, las personas que estaban hechas de
galletas de jengibre, para solucionar su problema.
Y como ella había completado su misión con
acierto, la ayudaron
para devolverla al mundo real y además le regalaron un bonito collar que
era mágico para volver, si lo deseaba, cuando quisiera al mundo del revés.
Sólo tendría qué decir, sin dejar de reír:
Un, dos, tres, yo quiero volver, al mundo
al revés.
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