Sábado, 7 de julio de 2018.
A 321 días…
LA BODA DE CUQUI Y SANTI
A
menos de cien metros del hotel Rusadir, donde nos alojamos, se encuentra la que
hemos llamado siempre la Iglesia de la Castrense, lugar donde se habría de celebrar
el casamiento de Cuqui y Santi. La cercanía nos proporcionaba cierta relajación
temporal. Desde el hotel veíamos el pequeño goteo de invitados. Con puntualidad
llegamos a la iglesia, con tiempo para ver y vivir la ceremonia acomodados en
los bancos de la misma.
Como es habitual, el novio, acompañado de la madrina, su madre, llegó
puntual a la ceremonia y como también habitual, la novia del brazo de su padre
José Ángel, llegó con el habitual retraso. La novia, Cuqui, como la mayoría de
las mujeres el día de su boda, bellísima. El padrino, José Ángel, con el traje
de gala de ingeniero, no se quedaba
atrás. Inevitable no recordar a sus padres, Pepe y Cuqui.
Una ceremonia sencilla, breve, seguida con interés por los asistentes y
un llamativo colofón o cierre a la salida de la Iglesia, donde los compañeros
de Santi, todos ellos surfistas, le hicieron la “ola” con tablas de surf. Las
oportunas fotos de rigor y, sobrados de tiempo, a esperar el momento de partir
hacia el lugar de la celebración situado en las cercanías del aeropuerto de
Melilla.
El
lugar de la celebración muy desigual en todo, como descuidado. Un camino de
entrada poco vistoso. Un interior descubierto, en varios planos, donde se
sirvió un corto aperitivo y se fotografió a los invitados descendiendo por la
escalinata de entrada, mientras llegaban los novios. Entrada en el salón
cubierto. No había lugar predestinado para los invitados. Cada uno ocupó el
sitio que quiso. Con sabio proceder los grupos se reunieron y se acomodaron en
las mesas, después de acopiar las necesarias sillas colocadas en el pasillo de
entrada a salón. Al final cada grupo ocupó una mesa con más o menos invitados y
sus componentes se desplazaron a las mesas preparadas con las variadas y
abundantes viandas, situadas en los laterales, para coger, como en un bufet
libre, aquello que le apetecía.
Hubo momentos especiales, dignos de reseñar, el baile de José Ángel con
la novia, su querida hija, donde la emoción y alguna que otras lágrimas
afloraron a los ojos del emocionado padrino. Un extraordinario saxofonista,
profesor del conservatorio de música de la ciudad de Melilla, que nos deleitó
con su buen hacer, con la interpretación de conocidas baladas y canciones
famosas de ayer y de hoy, mientras degustábamos los manjares retirados de las
mesas “madres”. Otro importante hecho a destacar es, sin duda, el buen trabajo
realizado por Ángela para convertir un desangelado espacio en un atractivo
lugar. La originalidad de los manteles superpuestos, la utilización de una
destacada originalidad personal al usar como elementos decorativos botes,
jarrones, plantas secas, reciclado todo ello en beneficio del salón de la
celebración.
Al
atardecer, bastante cerca de la noche, en el exterior iluminado, espacio que
ganaba mucho en belleza, los íntimos pudimos degustar un auténtico te moruno,
acompañados de desiguales compañeros, como eran los churros y los pinchos de
carne. La amena charla, las experiencias vividas, los recuerdos resucitados,
ocuparon nuestro tiempo, sin prisas y sin obligadas recomendaciones de poner
punto y final al especial día, a la especial fiesta y a la especial boda de
Cuqui y Santi.

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