domingo, 9 de febrero de 2014

Versos caprichosos

EL VENDEDOR DE CAPRICHOS

     Por la tierra yo ando
vendiendo caprichos,
si alguno los quiere
que venga a pedirlos,
que me quedan muchos,
y son baratitos.

     Los tengo bien grande,
también, pequeñitos,
que duran y duran,
o sólo, un ratito.
No preguntes precio,
si eres pobrecito,
yo te los regalo
a cambio de un guiño.
Si tienes dinero,
no cuentes conmigo,
que ya muchos tienes,
allá en tu castillo.

     Yo vendo, no compro,
caprichos, caprichos,
a la dama tonta,
a los presumidos,
al que mucho come,
a los más borricos,
al viejo sesudo,
al inquieto niño,
y a todo el que quiera
subir un poquillo,
en la escala boba
de los jefecillos.
Yo no tengo tienda,
ni escaparatitos,
ni hago rebajas,
los precios son fijos,
a cuesta yo llevo,
todos los caprichos,
los llevo guardados
en mi gran bolsillo,
que siempre está roto,
con agujeritos,
para que se salgan,
muy poco a poquito,
y aquel que lo encuentre,
que quede tranquilo,
y que lo disfrute
como un gran amigo.

     La vida es muy corta,
cómprame un capricho,
que tal vez mañana,
estés en el nicho,
criando malvalocas
y no por gustito.
Cómprame uno sólo,
este pequeñito,
verás que bien sabe
dentro de un ratito,
disfruta con él,
que viene el destino,
con cara de palo,
con malos instinto,
a robarte presto
tu hermoso capricho.

     No vendo refranes,
ni cuentos, ni dichos,
yo vendo, contento,
miles de caprichos,
para hacer feliz
al hombre sencillo,
que gasta su vida,
dándole al martillo,
trabajando duro
para unos litillos,
que gozan felices
de grandes caprichos.
Yo vendo y consumo
pequeños caprichos,
como aquel poeta,
soñador y rico
en bellas palabras,
en hermosos libros,
en cálidas rimas
de versos sencillos,
que a mí, pobre humano,
me enseñó el camino,
el mejor capricho,
de escribir en versos,
con mi propio estilo,
la vida que bulle
por todos los sitios,
sin pensar en premio,
ni caro castigo.
¡Sólo porque quiero,
por puro capricho!

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