CUARTA RAZÓN
4.- Una fiesta: LA DEL OCHO DE SEPTIEMBRE ( I )
Muchas son las fiestas que de manera periódica y
casi fijas en el tiempo se repiten año tras año y para gusto y disgusto de
todos y cada uno de los habitantes de nuestra ciudad, que por no ser una
excepción en esto, pueden abarcar aspectos religiosos, como la Natividad de Nuestro
Señor y la Epifanía
en tiempos de Navidad, su pasión, muerte y resurrección en torno a la Semana Santa, el
culto a los Santos, con muchos de estos elevados a la categoría superior en
este orden, ya que cuentan con el privilegio de tener días propios en el
calendario anual o a los difuntos, a los que no olvidamos nunca, conformándolos
con oraciones, misas, fotos en blanco y negro para guardar la simbología del
luto y flores o la exclusividad de patronazgo de una más de las versiones de la
madre de Jesús, nuestra Virgen de la Victoria, entre otras.
Aspectos profanos como el del triunfo efímero de lo
carnal, con los disfraces, cánticos y críticas inherentes al Carnaval, que no
dejan de tener matices o relación con el más allá y con la preocupación del
género humano por lo trascendente o por el qué va a ocurrir cuando se nos acabe
la cuerda en esta vida; como las inventadas por los Grandes Almacenes, o si no
creadas, sí fortalecidas e impulsadas con recuerdo para todos los parientes; como
las que recuerdan en número determinados de años, efemérides de acontecimientos
señalados para la ciudad o a hijos ilustres de la villa; como las deportivas,
culturales, sociales, escolares y del Trabajo, en el que curiosamente no es día
hábil laboralmente hablando, por señalar a algunas.
Fiestas para todas las edades, sin distinción de
sexo; otras específicas de cada religión, culto o creencia; populares en su
mayoría, más o menos brillantes, celebradas en recintos cerrados o al aire
libre, con el cielo como techo o en la compañía del mar; del agrado de muchos y
el desencanto de otros, con preferencias de unas y rechazo de algunas, con
entregas y olvidos, con duración variada, con grandes movilizaciones o escaso
seguimiento, con derroches casi todas y con una innumerable cantidad de
características que harían interminable su relación y que llegaría a superar el
número de ellas mismas.
Pues bien, yo entre nómina tan amplia me quedo con
las fiestas de septiembre de mi ciudad y que giran en torno al 8 de dicho mes,
festividad de la Virgen de la Victoria, nuestra Patrona. Entre otras razones,
porque nací y crecí en el lugar donde se instalaba el ferial en esos días,
teniendo una cantidad tal de vivencias que cerrando mis ojos y haciendo volar
mi imaginación, retrocediendo en el tiempo, me cuesta muy poco ver la multitud
de luces de colores que en repetidos dibujos jalonaban el paseo, el olor de la
tierra mojada por el riego del camión rojo de los servicios municipales, el oír
el sonido de los reclamos de las diferentes atracciones, el retumbar en nuestro
pecho de las tracas o el rasgado de la oscuridad del cielo con los dibujos de
los fuegos de artificios, los zapatos gorilas que estrenabas por las fiestas,
el sabor de los churros con mucha azúcar y el aroma de la hierbabuena...
( Carteles presentados por los Hnos Calabuig a concurso y que no fueron premiados )
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