LA CARMELA, MEDIO MEIGA, Y SUS TRES RAPACIÑOS: GALA, ENZO Y BELTRÁN (X)
En un alto en el camino,
como bruja que es Carmela,
no se olvida de conjuros
para que suerte le dieran
y finiquitados estos
halla la primera prueba,
enganchada en un matojo,
de Enzo, una sandalia encuentra,
señal asaz evidente,
que la suya marcha es buena.
como bruja que es Carmela,
no se olvida de conjuros
para que suerte le dieran
y finiquitados estos
halla la primera prueba,
enganchada en un matojo,
de Enzo, una sandalia encuentra,
señal asaz evidente,
que la suya marcha es buena.
su
caminar acelera,
más que andar, correr parece,
más que correr, ella vuela,
pero de pronto se topa
con otro nuevo problema,
el camino se bifurca
en dos angostas veredas,
por una debe inclinarse,
aunque ignora la certera,
mas al mirar a ambos lados
algo en el suelo observa,
en el sendero que se abre
tomando la suya izquierda,
un trenzado de colores
que parece una pulsera,
como la que le hizo a Gala,
reposa sobre la tierra,
recógela con fruición
y que es la misma, comprueba,
dándole su corazón
que seguir debe estas señas,
para encontrar a los tres,
que serán quienes las dejan.
más que andar, correr parece,
más que correr, ella vuela,
pero de pronto se topa
con otro nuevo problema,
el camino se bifurca
en dos angostas veredas,
por una debe inclinarse,
aunque ignora la certera,
mas al mirar a ambos lados
algo en el suelo observa,
en el sendero que se abre
tomando la suya izquierda,
un trenzado de colores
que parece una pulsera,
como la que le hizo a Gala,
reposa sobre la tierra,
recógela con fruición
y que es la misma, comprueba,
dándole su corazón
que seguir debe estas señas,
para encontrar a los tres,
que serán quienes las dejan.
que
cada vez más se estrecha,
hasta dar con un riachuelo,
que más que agua, tiene piedras,
sin detenerse un instante
con cuidado lo atraviesa,
encontrando en su orillar
restos de pequeña hoguera,
cuyos rescoldos cenizos
ligeramente aún humean,
lo que viene a demostrar
que no ha mucho allí estuvieran
los raptores y los niños
para tomarse una tregua,
cosa que bien confirmase
otro objeto que allí encuentra,
horquilla de tirachinas
que ella misma se lo diera
para que cazara pájaros,
a Enzo, en tardes muy serenas.
hasta dar con un riachuelo,
que más que agua, tiene piedras,
sin detenerse un instante
con cuidado lo atraviesa,
encontrando en su orillar
restos de pequeña hoguera,
cuyos rescoldos cenizos
ligeramente aún humean,
lo que viene a demostrar
que no ha mucho allí estuvieran
los raptores y los niños
para tomarse una tregua,
cosa que bien confirmase
otro objeto que allí encuentra,
horquilla de tirachinas
que ella misma se lo diera
para que cazara pájaros,
a Enzo, en tardes muy serenas.
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