LA CARMELA, MEDIO MEIGA, Y SUS TRES RAPACIÑOS; GALA, ENZO Y BELTRÁN (I)
En lugar de peregrinos
que guiados por las estrellas
buscan sepulcro de un santo
enterrado en Compostela,
de muy osados pescadores
que de la mar se sustentan,
de gentes de tierra adentro
que con el agro se pelean
para gastar sus sudores
en las mejores cosechas,
de obligados emigrantes
de un montón de gentes buenas,
de pícaros y bribones
y de charranes y meigas,
en una choza chiquita,
de esas que levantan pena,
donde calores y fríos
hacen grandes las miserias,
en el claro de un hayedo,
donde apenas el sol llega
y la terrible humedad
en los huesos se te cuela,
habitan tres rapaciños
que guiados por las estrellas
buscan sepulcro de un santo
enterrado en Compostela,
de muy osados pescadores
que de la mar se sustentan,
de gentes de tierra adentro
que con el agro se pelean
para gastar sus sudores
en las mejores cosechas,
de obligados emigrantes
de un montón de gentes buenas,
de pícaros y bribones
y de charranes y meigas,
en una choza chiquita,
de esas que levantan pena,
donde calores y fríos
hacen grandes las miserias,
en el claro de un hayedo,
donde apenas el sol llega
y la terrible humedad
en los huesos se te cuela,
habitan tres rapaciños
mujerona
huraña y triste,
negra por dentro y por fuera,
a los que un día encontrara
en noche de cruel tormenta,
tiritando de mal frío
en el quicio de su puerta,
sucios como los gorrinos
que guarda en su cochinera,
asustados y llorosos,
más pálidos que la cera
y pidiendo con sus ojos
el que alguien los socorriera,
que aliviase su grande hambre
y algo de calor les diera.
A Carmela , que su vida
mil puñaladas le diera,
se le rompe el corazón
cuando contempla la escena,
maldiciendo los infiernos
que no escapan de la tierra
y a los mismísimos cielos
que son tan necias quimeras.
negra por dentro y por fuera,
a los que un día encontrara
en noche de cruel tormenta,
tiritando de mal frío
en el quicio de su puerta,
sucios como los gorrinos
que guarda en su cochinera,
asustados y llorosos,
más pálidos que la cera
y pidiendo con sus ojos
el que alguien los socorriera,
que aliviase su grande hambre
y algo de calor les diera.
A Carmela , que su vida
mil puñaladas le diera,
se le rompe el corazón
cuando contempla la escena,
maldiciendo los infiernos
que no escapan de la tierra
y a los mismísimos cielos
que son tan necias quimeras.
porque
no es de cambiar ella,
pero su corazón se ablanda
y su soledad se quiebra,
descubriendo en un instante
que nada, como antes era,
será a partir de aquel hecho,
cuando los tres niños llegan
sin ni siquiera soñarlo,
a su vida, por sorpresa.
pero su corazón se ablanda
y su soledad se quiebra,
descubriendo en un instante
que nada, como antes era,
será a partir de aquel hecho,
cuando los tres niños llegan
sin ni siquiera soñarlo,
a su vida, por sorpresa.
El Viso del Alcor, 31 de Mayo de 2025
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