NÁQUERA (XII)
Armándome de valor
desciendo
del árbol, raudo,
se me olvidaron los miedos,
sólo en él estoy pensando,
no siento dolor alguno
de múltiples arañazos
y apenas sin darme cuenta
soy en el suelo y me descalzo,
subiendo las escaleras
en menos que canta un gallo,
encontrando al camaleón,
que pienso me está esperando,
pues cuando con luz le enfoco
me mira con gran descaro,
invitándome a que apague,
moviendo las suyas manos
delante de sus ojazos,
mi iluminado artefacto,
faltándole solamente
que me lo dijera hablando.
se me olvidaron los miedos,
sólo en él estoy pensando,
no siento dolor alguno
de múltiples arañazos
y apenas sin darme cuenta
soy en el suelo y me descalzo,
subiendo las escaleras
en menos que canta un gallo,
encontrando al camaleón,
que pienso me está esperando,
pues cuando con luz le enfoco
me mira con gran descaro,
invitándome a que apague,
moviendo las suyas manos
delante de sus ojazos,
mi iluminado artefacto,
faltándole solamente
que me lo dijera hablando.
ya
que linterna no apago,
oigo un enorme exabrupto
que proviene de su lado,
una voz ronca y profunda
propia de un ser enojado,
que me obligara a apagarla
y a disculparme del fallo,
lo que acepta el animal,
me parece, de buen grado,
cuando de mi linterna
él se vio por fin librado.
Mas también yo comprendí
que aún seguía algo enfadado
al recriminarme, aunque
en un tono más calmado,
que detestaba el color
con el que le había manchado,
pues nunca se imaginara
camaleón todo rosado.
En este alocado mundo
de relatos inventados
todo venía a ser posible,
hasta con él, verme hablando;
así que con grande calma
mis cuitas yo le relato,
escuchando atentamente
todo lo que estoy contando,
cambiando el suyo color
cuando de la ardilla le hablo.
oigo un enorme exabrupto
que proviene de su lado,
una voz ronca y profunda
propia de un ser enojado,
que me obligara a apagarla
y a disculparme del fallo,
lo que acepta el animal,
me parece, de buen grado,
cuando de mi linterna
él se vio por fin librado.
Mas también yo comprendí
que aún seguía algo enfadado
al recriminarme, aunque
en un tono más calmado,
que detestaba el color
con el que le había manchado,
pues nunca se imaginara
camaleón todo rosado.
En este alocado mundo
de relatos inventados
todo venía a ser posible,
hasta con él, verme hablando;
así que con grande calma
mis cuitas yo le relato,
escuchando atentamente
todo lo que estoy contando,
cambiando el suyo color
cuando de la ardilla le hablo.
de
estar bien avergonzado,
salpica todo su cuerpo,
desde la cabeza al rabo,
sus ojos tórnanse blancos,
sin duda, de enamorado
y con enorme suspiro
se pone muy tierno y blando,
contándome con tristeza
como padeciera engaño
al creer a pérfido grillo
que con sus malignas artes
le produjo mucho daño,
apartándole con saña
del ser que tanto hubo amado,
una ardillita de cuentos,
de dibujos animados,
por la que diera su vida
si ello fuera necesario,
con tal de compartir todo,
las alegrías y quebrantos,
por los siglos de los siglos,
con dicha de enamorados.
salpica todo su cuerpo,
desde la cabeza al rabo,
sus ojos tórnanse blancos,
sin duda, de enamorado
y con enorme suspiro
se pone muy tierno y blando,
contándome con tristeza
como padeciera engaño
al creer a pérfido grillo
que con sus malignas artes
le produjo mucho daño,
apartándole con saña
del ser que tanto hubo amado,
una ardillita de cuentos,
de dibujos animados,
por la que diera su vida
si ello fuera necesario,
con tal de compartir todo,
las alegrías y quebrantos,
por los siglos de los siglos,
con dicha de enamorados.
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