AL DOMINGO DE GLORIA
(Que para nosotros, en nuestra niñez fue Sábado de Resurrección, cuando por la mañana y bajando la cuesta del Parque Lobera, bajaban los críos con latas atadas con cuerdas arrastrándolas por el suelo para hacer ruidos de alegría porque Jesús ya había resucitado. Sábado en el que sonaban todas las campanas de la ciudad, al igual que las sirenas de los barcos. Rompiéndose sin piedad el silencio de los días anteriores.)
Resucitar es nacer
de la muerte, del olvido.
De las sombras de la muerte
resucitó Jesucristo,
después de horrenda pasión,
en un glorioso Domingo
y, al tiempo, se liberó
de las redes del olvido,
recreando con amor
Semana Santa de libro.
Aquel Domingo de Gloria,
en los ayeres, perdido,
vistió colores celestes
de los cielos redivivos,
desechando la negrura
de la muerte, del olvido.
Este Domingo de Gloria,
en mis versos revivido,
viste arco iris delirado
en mi corazón contrito,
para aliviar la ceguera
de este pobre arrepentido.
Día de Resurrección,
gloria, Domingo escogido,
pleitesía y reverencia
te regalaron los Siglos.
Hoy, silentes, esperamos
tu llegada, fiel amigo,
para tañer las campanas,
para apagar viejos cirios,
para gritarle a las horas
que has resucitado, Cristo.
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