78 .- ¡ BUENOS DÍAS, MARCELA !
( Entre la Semana Santa y las Fiestas de la Cruz )
Aquí me tienes de nuevo y en esta ocasión entre dos mares que casi se unen, el de la Semana Santa que acaba de concluir por estas tierras de María Santísima, no por otras que aún están en su Semana de Pascua de Resurrección, y el de las Fiestas de Mayo, las de nuestra Cruz, que esta vez también nos ocuparán algunos días de abril.
Una Semana Santa anunciada con agua y que se libró de ella, no voy a decir afortunadamente, por no molestar a los agricultores, ni lo contrario para no disgustar tampoco a los cofrades y así, como los políticos, quedo bien con casi todo el mundo.
Una Semana Santa que coincidió con la explosión del azahar. ¡Hay que ver cómo huele esta tierra y en estas fechas! ¡Qué gentío por todas partes! Una celebración que sigue en auge. ¿Quién lo iba a decir allá por los años ochenta? En que parecía que iba abocada casi, para los pesimistas de siempre, a su desaparición. Aunque esto no es de extrañar, pues para eso festeja entre otras cosas o conmemora el misterio de los misterios.
Otro año más con la misma complejidad de siempre, con cristianos que viven la pasión y Muerte del Señor con verdadera sinceridad, eso sí, los menos; mientras otros, que la sienten sólo por estos tiempos y a su peculiar manera, los más. Encontrando a los que disfrutan, entre estos, con la calle, con el espectáculo, con el ambiente y no faltan, amén de muchos más, los que prefieren el recogimiento.
Yo un día me marché a Sevilla y me impresionó el Cachorro, ¡Sin palabras me dejó! ¡Ah! Y también esa marea humana que se mueve por la ciudad sabiendo adonde va, porque así le gusta y lo quieren, buscando las mejores esquinas para ver a su Nazareno y a su Virgen; tragándose kilómetros y empujones estoicamente, sin rechistar, porque nadie después de todo va obligado; machacándose los pies, no sólo de andar, sino de estar de pie sin poder andar, en las largas esperas, visionando capirotes que parecen no acabarse, que había una que llevaba 1550 nazarenos y casi un centenar de músicos.
Claro que todo lo anterior tiene una explicación y no me refiero a los que se gastan un buen dinero en gozar de una silla en las procesiones, es la darse uno cuenta que esta fiesta se ha convertido en un gran espectáculo al que tiene o puede tener acceso todo el mundo, porque se celebra en la calle y además es gratuito, y más aún, en una época en donde la temperatura, salvo raras excepciones, y el ambiente te invita a gozar de ella y en ella, y a la calle me refiero.
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