25 .- ¡ BUENOS DÍAS, MARCELA ! ( II )
(En recuerdo de todos los maestros)
¡ Buenos días, MARCELA !
Otros nos ignorarán, porque no lo supimos hacer bien, porque no supimos despertar en los mismos ningún interés, porque no acertamos en encender la chispa para ser, como te decía al principio, cada día, cada instante, algo mejor, sin competencias o mejor dicho, sin necesidad de esta; sencillamente con esto tan difícil de sentirnos a gusto con nosotros mismos, y de saber pelear en esta jungla a veces tan dura, para ser útiles a los demás por convicción y generosidad.
Y te encuentras también con sorpresas tales como la de aquel pequeño, ya hace años de aquello, cuando estrenabas el magisterio por otros lares, que recogiendo cartones ahorra unas pesetas, cuando él carecía, dada su orfandad, de casi todo lo material, para regalarle a su maestro en su día, que había encontrado en aquel casi a sus padres, que se les fueron sin que él entendiera el porqué, por más que lo preguntara una y mil veces.
Y por qué, Marcela, crees tú que hoy quiero hablarte como lo estoy haciendo, de los maestros; porque yo también fui niño. ¡Vaya perogrullada, verdad?
Y cuando yo tenía los años de los que hoy tengo, más o menos, bajo mi tutela, de todos los maestros que tuve, aquellos Don Antonio, Don Felipe, Don Juan - ahora todo es distinto, son Carlos, Dolores, Teresa..., que no sé si será esto mejor ni peor - , había uno que además de enseñarnos a usar el pizarrín sobre la pequeña pizarra las primeras vocales o a contar con los dedos los primeros números, era capaz de recibirnos en su casa, pasado el puente del Tesorillo, para invitarnos el día de su día, a unas pastitas y una copita de aguardiente, que aún la coca-cola no nos había atrapado, ni los bollycaos, ni los gusanitos...
Curiosamente se llamaba Don José y no dudo de que fue uno de los culpables de haber elegido esta profesión mía, amen de otras circunstancias que no vienen al cuento contarlas.
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