jueves, 30 de enero de 2025

¡ BUENOS DÍAS, MARCELA !


46  .-  ¡BUENOS DÍAS, MARCELA !   ( I )

( Un cuento de un alfarero y de una flor )

                    ¡ Buenos días, MARCELA !

                    Hoy me vas a permitir que algo más original que otros viernes, así que no te voy a hablas del maldito Pinoché ni de los lares que juegan con la menos maldita extradicción, ni tampoco de la maldita guerra de Kosovo, porque todas las guerras son malditas, las invente Milosevic, la OTAN, el Clinton con Solana o sin él, lo mismo que fueron aquellas cruzadas de los antiguos cristianos o la guerra santa de los de Mahoma.
                    Hoy, Marcela, te voy a contar un cuento, aunque aún no es 23 de abril, y seguro estoy que vas a sorprender, no por la calidad del relato, que estoy convencido de que brillará por su ausencia; sino porque terminarás por preguntarte, ¿ y eso a qué viene ? Y yo me quedaré con mi secreto, que para eso el cuento es mío.
                    Existía antaño una aldea en un lugar bien lejano del nuestro mundo cercano que con el tiempo fue creciendo hasta convertirse en algo más de una quincena de casas blanqueadas en torno al santuario que la originó. No era tierra que contara con río, ni tampoco cercana al mar; pero sí se asomaba sobre otras como si tuviera el patrimonio de ser balconada para verlas, donde podía mirarse a vista de pájaro a todas las que la rodeaban en el valle de abajo.
                    Vivía en ella un alfarero que había dedicado toda su vida al arte de moldear objetos, amén de tejas, búcaros, macetas y macetones y figuritas de personas, a las que daba preciados y estimados colores, suavidad y bellezas de rostros, delicadas vestiduras, elegancia, atributos todos que no estaban reñidos con la extraordinaria sencillez de todas sus criaturas; sobre todo, porque sus manos se movían siempre con el ritmo de su amor, de su generosidad, que no tenía más misterio que el saber dar a cambio de nada.
                    Todo el mundo le admiraba, le quería y raro era el hogar que junto al fuego, encima de la repisa de la chimenea o dentro de la alacena, no guardara algunas de sus figurillas, como si de tesoro se tratara; no por el valor material de las mismas, pues estaban realizadas de barro; sino por lo que encerraba cada una de ellas y que nadie sabía descifrar. 


                                                    El Viso del Alcor, 30 de Enero de 2025

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